No creo que haya un método científico. Creo que únicamente hay una actitud científica, que precisamente es el origen del conocimiento que solemos denominar “científico”, como el propio de las ciencias naturales, entre ellas la física, la química y la biología. Tampoco creo que haya un método filosófico. Creo que hay únicamente una actitud filosófica.
No puedo afirmar que esa actitud filosófica necesariamente es el origen de algún género de conocimiento que podamos denominar “filosófico”. No puedo afirmarlo porque la filosofía misma, como es el caso de la escuela llamada “positivismo lógico”, niega que haya un conocimiento filosófico que tenga la pretensión de tener una validez independiente del conocimiento científico.
Precisamente, el positivismo lógico pretende que sólo puede haber conocimiento científico, y que la filosofía no es un conocimiento sino una actividad. Esta actividad consiste en examinar el lenguaje para distinguir entre las proposiciones que tienen sentido, que son aquellas de las cuales puede demostrarse, por medio de la experiencia, que son verdaderas o falsas; y las proposiciones presuntas, o pseudo-proposiciones, que carecen de sentido porque no puede demostrarse, por medio de la experiencia, que son verdaderas o falsas. Recuerdo que el filósofo Ludwig Wittgenstein afirmó que no le interesaba tanto la verdad como el sentido.
Evidentemente es discutible que haya dos clases de proposiciones: aquellas que tienen sentido y aquellas que no lo tienen; o es discutible afirmar que una proposición tiene sentido solo si puede demostrarse, por medio de la experiencia, que es verdadera o que es falsa. La cuestión esencial es que la filosofía misma se plantea el problema de que ella pueda ser o no ser un género de conocimiento independiente del género de conocimiento científico.
Creo que la actitud filosófica consiste en el examen crítico racional de cualquier suposición de nuestro proceso de pensamiento. No importa la naturaleza de ese proceso, con la condición de que intente ser racional. La actitud filosófica tiene por lo menos dos partes principales. La primera parte consiste en el examen crítico de nuestras suposiciones últimas, es decir, de aquellas que constituyen el punto de partida del proceso de pensamiento. Por ejemplo, una suposición última puede consistir en que materia y espíritu son irreductibles; pero la actitud filosófica puede conferirle verosimilitud a la posibilidad de que espíritu y materia sean solo modos de ser de un mismo ser, y que, entonces, sea posible la reductibilidad. La segunda parte consiste en el examen crítico del número de suposiciones últimas. Este número tiene que ser el menor lógicamente posible. Por ejemplo, si en una teoría cosmológica no es necesario suponer que el estado del Universo ha sido eternamente el mismo que el actual, esa suposición debe ser excluida.
Post scriptum. La actitud filosófica consiste en someter racionalmente a crítica las suposiciones últimas de las que partimos para pensar sobre las cosas en general. Esa actitud no admite, en el proceso de pensamiento, suposiciones que no hayan sido sometidas a crítica.