Fernando Ramos

Cualquier pelí­cula que tenga como protagonista a Kevin Spacey resulta atractiva para los cinéfilos, lo curioso del caso es que varios tí­tulos de este magní­fico actor han tenido poca difusión; se pueden mencionar: «Usuales sospechosos», «Atando cabos» y «L.A. confidencial», entre otros que vale la pena ver, afortunadamente existe la opción de conseguirlos en video.

Spacey es un actor de bajo perfil, quien sin hacer tanto ruido ha ganado dos Oscares; sus trabajos son de primer nivel, pues a su gran capacidad para interpretar, casi siempre, agrega la disposición a sacrificar o modificar su apariencia fí­sica, como lo hiciera Robert De Niro en los setenta.

Uno de sus filmes menos conocidos es «K-Pax» (el tí­tulo que se le dio en español es «El Visitante»); en él se cuenta la historia de un personaje llamado Prot, quien asegura ser un extraterrestre proveniente del planeta K-Pax, lugar situado a una distancia de mil millones de años luz de la Tierra, el medio de transporte utilizado para desplazarse desde su lugar de origen es, según sus propias palabras, un haz de luz. Sucede que al contar su historia es inmediatamente llevado a un hospital psiquiátrico, ahí­ es tratado por Mark, uno de los médicos del hospital.

La cinta tiene varios logros, pero el más importante es el relativo a las actuaciones. Prot es interpretado por Kevin Spacey, y Mark por Jeff Bridges; el trabajo de ambos es brillante, pero sobresale el de Spacey, quien logra un personaje totalmente convincente, basado en una gran demostración de expresión facial.

Mark, el personaje de Bridges, está bien construido, pero alcanza los mejores momentos cuando interactúa con Prot; resulta que de las discusiones entre médico y paciente se van elaborando conceptos, más o menos profundos, de la condición humana.

El guión, basado en la novela de Gene Brewer, logra darle un giro bastante original al eterno tema de los extraterrestres. Contada de manera inteligente y con diálogos de mucha lucidez, una de las cosas que más se agradece al filme, la trama discurre a buen ritmo, sin llegar a quedarse estática, al tiempo que invita al espectador a crear sus propias hipótesis; lo cierto es que sin ser una producción con pretensiones cientí­ficas, consigue cuestionar algunos postulados.

La fotografí­a, aunque no es sobresaliente, tiene momentos bastante agradables, especí­ficamente cuando la cámara se posa sobre cualquiera de los cristales que aparecen en escena.

K-Pax, dirigida por Iain Softley, es una de esas pelí­culas que logran el efecto de hacer meditar a los espectadores, al tiempo que ofrecen grandes actuaciones, todo acompañado por una buena banda sonora.

Calificación 9/10

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