Kirchner, en la hora de su muerte


Alguna vez le escuché decir a Ludolfo Paramio, brillante ideólogo del Partido Socialista Obrero Español, que cada vez que escuchaba a alguien decir que ya no existí­an ni la izquierda ni la derecha, pensaba que ese alguien era de la derecha. No es Ludolfo precisamente alguien colocado en una visión radical de izquierda, más bien está ubicado en la versión moderada de la socialdemocracia europea. Y fue otro socialdemócrata moderado, el eminente politólogo italiano Norberto Bobbio, quien en su libro «Izquierda y Derecha» nos dio una de las argumentaciones más sólidas de porqué la geometrí­a polí­tica de izquierda y derecha sigue siendo insoslayable. He recordado todo esto porque ha muerto Néstor Kirchner, un oscuro polí­tico provinciano quien terminó siendo un formidable estadista comparado a la hora de su muerte con el mismo Franklin Delano Roosevelt.

Carlos Figueroa Ibarra

Y dicha transición de Kirchner es precisamente porque se jugó por el lado izquierdo en un momento crucial de la historia argentina. Así­ como existen izquierda y derecha, también existen gradaciones de dichas posiciones polí­ticas. Tampoco fue Kirchner alguien ubicado en la parte más radical de la izquierda. Es conocido lo que alguna vez le dijo a Hugo Chávez: «Hugo, dejate de joder con el socialismo». Hoy cuando ha muerto, los balances que se hacen sobre su gestión y su influencia en el actual gobierno de Cristina Fernández son controversiales y hasta contradictorios. Los balances desde la izquierda sobre Kirchner arguyen que no se apartó en lo sustancial de las polí­ticas económicas del Consenso de Washington, su gestión en la UNASUR no sirvió para impulsar decididamente la creación del Banco del Sur, no abatió sustancialmente la pobreza ni la precarización laboral que alcanza al 40% de la Población Económicamente Activa, la inflación no pudo ser contenida y los datos del Instituto de Estadí­stica y Censos (INDEC) son sumamente cuestionados en lo que se refiere a su veracidad. Tampoco impulsó una reforma fiscal progresiva y en cambio propició la megaminerí­a provocando el saqueo de recursos y contaminación de poblaciones enteras.

Hay que recordar, sin embargo, que Néstor Kirchner llegó en 2003 a la Presidencia en Argentina cuando este paí­s estaba despedazado por el fracaso neoliberal al que lo condujo Carlos Saúl Menem. Esto hizo que su presidencia coincidiera con uno de los perí­odos más difí­ciles de dicho paí­s y en cuatro años su gestión hizo renacer las esperanzas en la viabilidad del mismo. Hay quien se atreve a decir que Argentina tiene ahora uno de los crecimientos económicos más notables del mundo y una estabilidad económica que dura ya casi una década. El gobierno de Kirchner se benefició de los efectos de la sublevación popular de 2001, momento climático de una ascendente protesta popular comenzada con el motí­n de Santiago del Estero en 1996. Y eso creó condiciones para que hiciera cosas que paulatinamente lo fueron enfrentando a los grandes poderes mundiales y locales: renegoció la deuda externa y canceló la deuda de 10 mil millones de dólares con lo cual el paí­s salió de la dictadura del FMI; se opuso a que se incluyera el tema del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en la agenda de la Conferencia de Presidentes de América de Mar del Plata en 2005, propició con ello la búsqueda de la integración latinoamericana y un replanteamiento de las relaciones con los Estados Unidos de América en coincidencia con Hugo Chávez y Lula; reformó a la Corte suprema de Justicia; revocó la amnistí­a a los genocidas del pueblo argentino y encarceló a varios de ellos; se adhirió a la construcción de la memoria de la infamia cometida por los militares y civiles argentinos comprometidos con las dictaduras; recuperó el control público de Correos, de Aguas y Aerolí­neas; suprimió el uso especulativo de los fondos de pensiones y jubilaciones al acabar con las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP); abolió la neoliberal Ley Federal de Educación de Menem y propició otra que tiene un carácter democrático e inclusivo; emitió una ley de medios que busca contener en su paí­s la dictadura de los grandes medios de comunicación.

Comparando todo esto con lo que en nuestro paí­s ha sucedido con el gobierno de ílvaro Colom, no cabe duda que evidencia las limitaciones de éste en cuanto a su ubicación en la izquierda del espectro polí­tico. Justo es decir que en Guatemala no tiene el potencial económico de Argentina, ni ha vivido una sublevación popular masiva contra el neoliberalismo, como la que observamos en la Argentina cuando miles y miles de personas le gritaron a la clase polí­tica «Â¡Que se vayan todos!». Estado, gobierno y polí­ticas públicas casi siempre expresan las correlaciones de fuerzas que existen en la sociedad. Acaso cuando esta correlación de fuerzas cambie en Guatemala, podremos hablar en otros términos y surja un estadista como Kirchner lo fue.