El calendario de viajes del secretario de Estado norteamericano, John Kerry, suena agotador. El jefe de la diplomacia de Washington visitará ocho, o quizá nueve Estados entre Cercano Oriente, Europa y Asia antes del 11 de noviembre, y en todos ellos le esperan reuniones incómodas.
Estados Unidos se encuentra contra las cuerdas en lo que respecta a política exterior, pues muchos de sus aliados están molestos. Las causas varían desde el escándalo de espionaje en torno a su servicio secreto NSA, una tibia política sobre Siria, su supuesta indulgencia con respecto a Irán o la decepcionante evolución del conflicto en Cercano Oriente.
Pero además de fuera de casa, también muchos estadounidenses opinan que su país se está ganando una imagen realmente mala en el panorama diplomático. Las encuestas apuntan a que la aprobación de la política exterior del presidente Barack Obama se sitúa en un 39 por ciento, la más baja en sus casi cinco años de mandato, según el portal Real Clear Politics.
Como Obama se ha visto muy perjudicado por problemas internos, desde la reforma sanitaria a la disputa financiera, Kerry es quien tiene que cargar con la misión de limitar los daños fuera de las fronteras.
«El secretario de Estado cree que arremangarse y cuidar la diplomacia personal es el camino a seguir para afrontar los desafíos globales», señaló su portavoz, Jennifer Psaki, durante la presentación del calendario de viaje de su jefe.
Kerry, de 69 años, volará a Riad, Varsovia, Jerusalén, Belén, Ammán, Abu Dhabi, Argel y Rabat, siguiendo este agotador orden. Posiblemente, el viaje podría comenzar en El Cairo, donde desde el derrocamiento del presidente islamista Mohammed Mursi por parte del Ejército no ha puesto pie ningún político estadounidense de alto nivel.
Llama la atención que, hasta el último momento, Egipto no esté confirmado en su ruta oficial. Aunque Washington no califica de golpe de Estado el derrocamiento de Mursi, canceló provisionalmente la ayuda humanitaria al ejército egipcio.
Las tensiones entre ambos países hasta ahora aliados son grandes, y Obama no parece tener del todo claro cómo gestionar la situación en el país del Nilo. Quizá Kerry pueda aclararle algunas cosas si finalmente visita El Cairo.
Y claridad es lo que probablemente desee también Arabia Saudí. La cúpula de Riad está irritada por la política estadounidense sobre Siria, pues les molestó la decisión de no sancionar con un ataque militar el presunto uso de armas químicas por parte del régimen de Bashar al Assad.
Arabia Saudí «invirtió miles de millones de dólares en apoyar militarmente a los rebeldes y durante meses instó a la comunidad internacional a intervenir», afirma Salman Shaikh, del think tank Brookings Center en Qatar. Y después, tuvieron que ver cómo Estados Unidos daba más tiempo al régimen, añade.
En una acción sin precedentes, Arabia Saudí rechazó hace dos semanas un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU, alegando la «doble moral» del gremio y su incapacidad para resolver conflictos. Como ejemplo nombró la guerra civil en Siria. Además, también cae mal en el emirato que Washington esté acercándose cuidadosamente a su archirrival Irán.
Expertos estadounidenses sostienen que Washington no debe tomarse demasiado en serio estas desavenencias. En el fondo, la posición saudí «no se basa en la preocupación humanitaria por los pueblos» de Siria e Irán, sino que está movida por «una profunda ideología antichiita», opina el periodista experto en política Exterior Fareed Zakaria.
Naturalmente que la relación basada en el lema «petróleo a cambio de seguridad» está dañada, opina también el experto en la región Aaron David Miller, del Wilson Center de Washington. Pero «sean cuales sean las dudas saudíes sobre la fiabilidad de Estados Unidos si Irán o quien fuere atacase el emirato, primero pedirían ayuda a Moscú o Pekín», escribe en la revista «Foreign Policy».
Con todo, Arabia Saudí no es la única etapa difícil en la gira de Kerry. Y es que durante su estancia en Varsovia tendrá que responder a las duras preguntas de los europeos sobre el escándalo de espionaje que protagonizan su servicio secreto NSA.
Además, durante su visita a Israel y los territorios palestinos volverá probablemente a pasar un mal rato: Kerry quiere el éxito del proceso de paz y recientemente volvió a conversar durante siete horas con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Pero a éste le preocupa más la política estadounidense respecto de Irán.