Karzai quiere gobierno de «unidad»


La Guardia de Honor de Afganistán practica para la ceremonia de toma de posesión, en la cual el presidente Hamid Karzai asumirá un nuevo mandato, luego de que fuera declarado ganador tras la renuncia de su principal opositor en las elecciones. FOTO LA HORA: AFP SHAH Marai

El presidente afgano Hamid Karzai se comprometió a combatir la corrupción e invitó a su principal rival a entrar al gobierno, al asumir hoy su segundo mandato bajo la presión occidental para recuperar su desgastada legitimidad, cuando la guerra contra los talibanes entra en su noveno año.


Hillary Clinton, secretaria de Estados Unidos, llegó a Kabul para la toma de posesión de Karzai. FOTO LA HORA: AFP SHAH Marai

Karzai fue investido por un nuevo quinquenio, tras unas elecciones manchadas por fraudes masivos, en un momento en que la insurgencia islamista se cobra un número récord de vidas de soldados occidentales y de civiles afganos y limita el control del gobierno en una parte cada vez mayor de paí­s.

«La corrupción es un problema peligroso», afirmó el mandatario en su discurso de investidura, ante una audiencia formada por cancilleres extranjeros, entre ellos la secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton, en un palacio presidencial bajo fuertes medidas de seguridad.

«Pronto convocaremos una conferencia en Kabul para organizar medios nuevos y más eficaces de combatir este problema», agregó.

Karzai también aprovechó para invitar a su gran rival, el ex ministro de Relaciones Exteriores Abdulá Abdulá a la formación de un gobierno de unidad nacional, al tiempo que prometí­a intensificar la lucha contra la producción y el tráfico de opio y crear nuevos empleos.

«Tenemos que aprender de nuestros errores y de las deficiencias de los últimos ocho años», afirmó el presidente, de 51 años, ataviado con un sombrero tradicional y una capa de colores.

Tras ocho años de guerra e inestabilidad, los paí­ses occidentales han presionado a Karzai para que se comprometa con reformas concretas a hacer limpieza en el seno del gobierno y a restaurar la confianza.

En Bruselas, la OTAN felicitó a Karzai, pero le recordó la urgencia de luchar contra la corrupción.

Hillary Clinton afirmó, la ví­spera de la investidura de Karzai, que el paí­s se encuentra en un «momento crí­tico».

«Ahora hay que aprovechar una ocasión muy fuerte para que el presidente Karzai y su gobierno hagan un contrato con el pueblo afgano», añadió.

Washington ha expresado su creciente preocupación sobre la fiabilidad de Karzai como aliado de Estados Unidos y como jefe de Estado, urgiendo a su gobierno a erradicar la corrupción para combatir la creciente insurgencia de los talibanes.

Clinton condicionó directamente los futuros niveles de ayuda militar y financiera a Afganistán -de la que depende este paí­s devastado por la guerra- a que se realicen progresos en la lucha contra la corrupción oficial.

Sin embargo, Estados Unidos y la OTAN -que tienen a 100.000 soldados desplegados en el paí­s y estudian la posibilidad de enviar a decenas de miles más en un último esfuerzos por ganar la guerra contra los islamistas- no tienen otra opción que trabajar con Karzai.

El presidente Barack Obama asegura que su decisión sobre el posible enví­o de refuerzos está cerca y que en las próximas semanas anunciará su nueva estrategia bélica, una decisión complicada por la controvertida elección presidencial de agosto.

Por su parte, las ONG de defensa de los derechos humanos Amnistí­a Internacional y Human Rights Watch pidieron a Karzai que rompa sus lazos con los jefes de guerra afganos.

Karzai debe «dar la prioridad a los derechos humanos y a la legalidad (…) para fortalecer la estabilidad y la seguridad del paí­s», afirmó Amnistí­a.

La capital afgana se encontraba en estado de alerta el jueves ante la posibilidad de atentados de los talibanes con motivo de la investidura de Karzai. Los empleados extranjeros de las embajadas, de Naciones Unidas y de los grupos humanitarios recibieron la consigna de no salir.

Unidades policiales y paramilitares patrullaban las calles y los servicios de inteligencia levantaron una barrera de acero en torno a la ciudad.

Kabul ha sido escenario de una serie de atentados suicida con coche bomba que han matado a cerca de 100 personas en los últimos tres meses.

SEMBLANZA Sin legitimidad


El presidente afgano Hamid Karzai, investido hoy para un nuevo mandato tras haber ganado por retirada de su adversario unas elecciones marcadas por fraudes masivos, es un ex protegido de Occidente, caí­do en desgracia a causa de su controvertida gestión.

Karzai, llevado al poder por las potencias occidentales que a fines de 2001 invadieron el paí­s y derrocaron al régimen islamista de los talibanes, fue electo en 2004 y reelecto este año tras la retirada de su adversario, Abdulá Abdulá, en la segunda vuelta, tras una calamitosa primera votación marcada por fraudes que provocaron la anulación de una cuarta parte de las papeletas.

Pero incluso antes del alud de crí­ticas provocado por estos fraudes, sus partidarios en el seno de la comunidad internacional comenzaban a dar muestras de impaciencia ante un gobierno infestado por la corrupción.

«Tenemos que aprender de nuestros errores y de las deficiencias de los últimos ocho años», reconoció Karzai en su discurso de investidura el jueves. «La cultura de la impunidad debe llegar a su fin», aseguró.

Conocido por su cortesí­a y elegancia, con su caftán verde y violeta y su bonete de astracán, Karzai, de 52 años, nació en una familia poderosa.

Apoyado por Estados Unidos, fue electo en los primeros comicios del paí­s en 2004, que la población vivió como la promesa de una nueva era y en los cuales participó en ellos con entusiasmo.

Pero su estrella se ha apagado bastante desde entonces. En Washington, la nueva administración de Barack Obama no ha escatimado crí­ticas al principio, antes de atenuarlas por falta de alternativa.

Y la cólera arrecia entre la población por su fracaso a la hora de atajar la violencia islamista, en su nivel más alto desde 2001, y de combatir el crimen y la corrupción.

Karzai puede atribuirse, en cambio, varios éxitos, en materia de sanidad y educación sobre todo.

Pastún del clan de los Popalzai, nacido el 24 de diciembre de 1957 en el pueblo de Karz, cerca de Kandahar, la gran ciudad del sur cuna de los islamistas talibanes, estudió en Kabul y luego en India, donde se especializó en Ciencias Polí­ticas.

Casado con Zenat, una médica muy discreta, tuvo un hijo en 2007.

Entre 1982 y 1994 pasa la mayor parte del tiempo exiliado, sobre todo en Pakistán, excepto un efí­mero paso como viceministro de Relaciones Exteriores por el Gobierno muyaidí­n en 1992.

En 1994, de regreso en Kandahar, se relaciona con los talibanes pero rompe definitivamente con ellos cuando su padre muere en 1999 en Queta (Pakistán) en un atentado atribuido a los estudiantes de teologí­a.

Regresa clandestinamente a Afganistán en octubre de 2001 y, después del derrocamiento de los talibanes por una coalición militar internacional dirigida por Estados Unidos, es designado presidente en diciembre de 2001, en la conferencia de Bonn, convocada para constituir un Gobierno «interino».

Confirmado en junio de 2002 por una Loya Jirga (gran consejo tribal), gana a finales de 2004 la primera presidencial por sufragio universal directo de la historia afgana, con un 55% de los votos.

Hamid Karzai ha sobrevivido al menos a cuatro intentos de asesinato, el último durante un desfile militar en abril en Kabul.

Su decisión de designar como candidato a la vicepresidencia a Mohammad Qasim Fahim, un ex jefe de guerra tayiko acusado de crí­menes de guerra, ha horripilado a la comunidad internacional, pero aporta al presidente pastún el respaldo de la influyente minorí­a tayika.

También lí­deres de las comunidades uzbeka y hazara han anunciado su apoyo al nuevo presidente. Sus rivales han fracasado a la hora de formar un frente unido.