Hace algunos días recibí, como Presidente de la APG, una carta del Señor Embajador de la República Bolivariana de Venezuela, Orlando Torrealba Jiménez, en la que señalaba lo impropio de la forma en la que el columnista de elPeriódico Raúl Minando Ayau, en su artículo intitulado «Â¿Mel es Robin Hood? No me digas».
El rechazo absoluto expresado por el embajador Torrealba, hacía hincapié en la forma ofensiva y grosera con la que el columnista se refiriera al Comandante Hugo Chávez Presidente Constitucional de esa república hermana y el abuso que el periodista hace del Derecho a la Libre Expresión del Pensamiento.
A pesar, de que mi actitud como Presidente de la APG ha sido la del absoluto respeto a ese Derecho, aun cuando en las propias Asambleas de nuestra Institución se me ha ofendido, considero que el reclamo del señor Embajador es más que justificado. En base a ese Derecho los periodistas hemos abusado de él, y olvidado que no es la persona sino la institución a la que representan a la que se falta el respeto. Falta de respeto que va generando dentro de la misma opinión pública la pérdida de la debida dimensión con la que deben preservarse el respeto a las instituciones republicanas.
Que si bien es cierto la persona pública se ve expuesta al juicio de la población y especialmente de los hombres de la pluma, también es cierto que esa ligereza para tratar a quienes ostentan la alta investidura de la presidencia, es causante en buena medida de la pérdida de respeto por parte de la población que es «orientada» por la prensa, a las instituciones que representan.
También considero, que esa falta de respeto tiene una doble vía, «retratando» a quien lo escribe. Nuestro idioma posee la riqueza suficiente para que los periodistas podamos expresar nuestro pensamiento de rechazo hacia funcionarios, líneas de comportamiento o ideología, sin caer en expresiones fuera de lugar, que representan ofensas groseras hacia quienes, nos guste o no, representan no solamente a la presidencia de una nación hermana, sino a su propio pueblo.
Mal ejemplo podemos dar los periodistas cuando en nuestro trabajo no observamos la altura con la que deben de tratarse los temas, por escabrosos que sean y que es la cultura del que escribe, la que demuestra su calidad moral para señalar aquellos actos con los que nuestro pensamiento no está de acuerdo. El respeto que nos debe merecer el pensamiento de cualquier persona, máxime si esta ostenta la calidad de la investidura presidencial, es un claro reflejo del respeto que exigimos a los demás ante nuestro propio derecho a pensar y a expresarse. No es posible aceptar el que exijamos la observación de un derecho que nos asiste como persona y como periodista, si no somos capaces de respetar el mismo que les asiste a los demás de exigir que aquel, tiene el límite del derecho de la persona que se ve señalada.
La carta del señor Embajador es atenta pero tajante en cuanto exige respeto, no solamente para el mandatario de una nación hermana, sino para todos los venezolanos quienes internacionalmente se ven representados por sus instituciones. Y en este caso la institución más importante del país, como lo representa la institución de la presidencia de la república.
La libertad de expresión y el debate de ideas, no debe ser óbice para que ningún hombre de prensa utilice lenguaje inapropiado contra ninguna persona, sea este funcionario o no. Nuestra Asociación promueve, al mismo tiempo que la defensa de ese derecho del periodista, la necesaria capacitación para hacer del hombre de la pluma un hombre que no solamente maneje el lenguaje en forma apropiada, sino con la suficiente calidad profesional e intelectual, como para hacer de su derecho un ejemplo.
Como periodista y como Presidente de la APG solamente me queda reconocer el derecho y la razón que asiste al Señor Embajador Torrealba y mi deseo porque los periodistas guatemaltecos seamos capaces de observar, por lo menos, las mínimas muestras de convivencia y respeto para quienes no comparten nuestro pensamiento.