La situación que se está viviendo en San Marcos por la toma de rehenes que persigue la liberación de un líder comunitario acusado por el Ministerio Público por el robo de energía eléctrica, es uno de los tantos casos en los que, como todos los linchamientos, se tiene que encontrar la raíz en la deficiencia de nuestro sistema de justicia que ha sido incapaz de generar en la población el necesario respeto para que los ciudadanos dejemos que sean los tribunales los que, con independencia y honradez, apliquen la ley.
La ausencia de confianza en el sistema judicial se manifiesta de muchas maneras y contribuye a la ingobernabilidad existente en el país. No tenemos elementos para evaluar objetivamente el caso de San Marcos, pero indudablemente que hay que enmarcarlo en esa corriente generalizada de rechazo que hay entre la población a que sean nuestros jueces quienes decidan aplicar la ley y por eso la gente toma acciones ilegales, como los linchamientos o la toma de rehenes, que son absolutamente deleznables pero que se repiten una y otra vez en distintos lugares de Guatemala.
No es nada más que nuestra justicia tenga mala fama y que la gente no quiera creer en la majestad de la ley. El hecho es que hay abundantes muestras de que nuestros juzgadores no están para castigar al delincuente y proteger al inocente, sino que fundamentalmente para ponerse en pública subasta fallando a favor de quien ofrezca más, sea o no delincuente, sea o no inocente. De hecho, muchos de los litigios existentes en todo el país tienen origen en que nuestros jueces no resuelven conforme a derecho sino que se pliegan a intereses ajenos a la justicia y por ello es que a lo largo y ancho de Guatemala hay tanta desconfianza.
Construir un sistema de justicia eficiente, honesto y confiable tiene que ser un reto para todos los guatemaltecos y, sin embargo, hay negros nubarrones en el horizonte porque nuevamente entraremos en el proceso de elección de magistrados y los poderes de siempre ya están moviendo sus piezas para controlar las comisiones de postulación y mantener el secuestro del sistema de justicia.
No justificamos, ni por asomo, esa rebeldía de quienes linchan queriendo hacerse “justicia” por propia mano o quienes toman rehenes para inclinar la balanza de la justicia hacia sus intereses. Por el contrario, creemos que esos delitos tienen que ser seriamente castigados porque son gravísimos por el daño irreparable que pueden causar. Pero reconocemos que mientras no honremos nuestro sistema de justicia, seguiremos viendo éstas y otras acciones porque son consecuencia lógica de la frustración y falta de confianza.
Minutero:
Por reformar a hurtadillas
nuestra ley fundamental
van a parar de rodillas
los perpetradores del mal