Este mes se conmemora el Día del Maestro. Es histórico, no es casualidad, ni ocurrencia de alguna persona. Se conmemora la actuación de una maestra, María Chinchilla, quien, al oponerse a la dictadura del general Jorge Ubico, el 25 de junio de 1944, murió en un enfrentamiento con la caballería militar, según los datos de varios autores del hecho. Lo importante, después de 63 años, es que aún sigue vigente la postura del magisterio nacional, que actúa con responsabilidad histórica, denunciando las acciones que, no sólo afectan al magisterio como gremio, sino que a toda la población marginada de las oportunidades que debe tener para vivir en forma digna.
Porque esa es la razón, la causa fundamental y el compromiso político del magisterio nacional. Denunciar las injusticias que entorpecen el proceso de una construcción democrática que permita la participación de todas y de todos los guatemaltecos para hacer de este país, una nación libre, constructora de paz y de justicia social.
Sin embargo, las circunstancias históricas, las condiciones socioeconómicas, la estructura social, las condiciones de vida, la irresponsabilidad de los políticos, y de todos los que tienen poder de decisión, no logran superar esa brecha, cada vez más honda entre ricos y pobres. No logran, mediante programas efectivos, superar los grandes déficits de salud, educación, vivienda, medios de comunicación, que, para millones es un sueño. Gobiernos van, gobiernos vienen, todos ofrecen maravillas, pero al llegar al poder se olvidan de sus ofrecimientos electoreros.
La educación es un proceso permanente. Los niños y los jóvenes toman conciencia de su entorno y se comprometen a cambiarlo mediante la sabia y efectiva enseñanza de los educadores y educadoras. No es solamente en el aula donde se aprende y se evidencian las grandes carencias de la mayoría de la población guatemalteca que se debate, diariamente, para superar la desnutrición crónica, el analfabetismo que según las autoridades del Ministerio es de 29%, según CONALFA. Los grandes déficits habitacionales, que, según la prensa escrita, hoy nuevamente sirve para que políticos corruptos se enriquezcan con el contubernio de autoridades estatales.
En muchas ocasiones el magisterio nacional busca mecanismos, a veces extremos, por las circunstancias para denunciar lo que muchos callan. No sólo en las aulas, sino en todos los ambientes posibles se muestra la verdad de la situación de pobreza extrema y de injusticia social para la mayoría. Lo ilustra la prensa diariamente. Esas posturas no les gustan a quienes lo tienen todo. A quienes les sobra todo. A quienes les molesta que se les mueva su estatus, sus bienes materiales. Es decir, a quienes detentan y han detentado el poder económico y político siempre. Por eso les molesta la actitud valiente del magisterio nacional, que denuncia la injusticia y se enfrenta de cara con quienes aún creen que pueden engañar al pueblo guatemalteco. Pero la conciencia social crece. Las acciones del magisterio, en la cátedra, en el aula, en la calle, justifican plenamente la necesidad de posturas radicales que son incomprensibles para quienes nunca han vivido la necesidad del hambre, de la injusticia y de la marginación.
Después de muchos años se firman los Acuerdos de Paz que son fruto de un largo camino de diez años de diálogo. El 29 de diciembre de 1996 se acuerda el inicio de un proceso de paz firme y duradero. Sin embargo, hoy diez años después, las causas que motivaron ese enfrentamiento siguen intactas. Es más, se han agudizado. Basta observar las áreas marginales, los entornos de miseria en los barrancos, las noticias diarias del riesgo que viven los guatemaltecos, la descomposición social, las miles de personas que no tienen otra alternativa, que migrar a otro país, para sobrevivir. Con una mirada objetiva, para comprender la necesidad de responsabilizarse más de cara al futuro. Eso es lo que hay en el fondo del hacer político, académico y profesional del maestro y de la maestra guatemalteca. Esa es su responsabilidad, toda vez que los políticos corruptos, los diputados, los candidatos a puestos públicos no hacen, aunque sea su responsabilidad. Los profesores y profesoras, ante la injusticia, los califican de delincuentes, los llevan presos, les amenazan con dejarlos sin empleo, con castigarlos sin sueldo, los tildan de muchas maneras. Porque no quieren ver más allá de los efectos, no quieren ver las causas estructurales de injusticia en que se vive hoy en Guatemala.
Por eso, con un saludo afectuoso, reivindicamos al educador y a la educadora, callada, silenciosa, que día a día, con amor, con paciencia, va ilustrando de la mejor manera posible esa realidad cruda y difícil de la existencia misma del guatemalteco de hoy, y a la vez les propone con esperanza y con ilusión, posibilidades para mejorar, con un conocimiento científico y académico, pero, además, y sobretodo, con una conciencia clara de la necesidad del trabajo en equipo, de la dignidad de la persona humana, de la lucha que se debe librar para ser respetado y respetar la Constitución Política, no con actos solemnes de aniversario, sino con el cumplimiento concreto de ese marco constitucional, de sus derechos ciudadanos, de la igualdad ante la ley, del trabajo permanente para alcanzar metas personales, con la producción y la competencia sana, pero como medios, para Ser cada día más y mejor, pero con condiciones dignas, como lo establece la misma Constitución. Pero también saludamos al educador y a la educadora revolucionaria, que no puede quedarse al margen de las existencias académicas, pedagógicas y políticas que exige el mundo de hoy y la Guatemala que vivimos. De cara al futuro, el magisterio Nacional incide políticamente para denunciar y para proponer los cambios que se requieren en materia educativa, que permite cobertura y calidad sin discriminación alguna, desde una realidad pluricultural y desde una propuesta que costó más de 150 mil vidas humanas: los acuerdos de paz. A pesar de que muchos educadores y educadoras que trabajan por contrato, que es la infame modalidad impulsada por los últimos gobiernos de turno, con lo cual pierden su estabilidad laboral y sus prestaciones sociales, no les pagan por su trabajo en el tiempo adecuado, como parte del injusto Pronade, sistema educativo nacional paralelo. Esta problemática de no retribuir las remuneraciones a los profesores está muy bien ilustrado por el excelente profesor Juan de Dios Rojas en su magnifica columna En blanco y Negro, de LA HORA, el primero de junio de 2007.
Ojalá que en esta nueva coyuntura política, en el proceso electoral, se presenten opciones objetivas realistas y congruentes que puedan garantizar un sistema educativo democrático, participativo, donde los educadores y las educadoras, principales agentes del proceso educativo, puedan decir su palabra y en forma conjunta llevar adelante una verdadera reforma educativa. Es la hora del ofrecimientos, que del dicho al hecho hay un buen trecho. FELICITACIONES AL MAGISTERIO NACIONAL EN SU DIA.