Julian Assange: un hombre enigmático que rompe secretos


El australiano Julian Assange, acusado de violación en Suecia, se ha hecho famoso difundiendo miles de documentos confidenciales estadounidenses sobre la guerra en Afganistán pero cuando a su vida se refiere cultiva el arte del secreto.


Creador y figura emblemática del sitio internet especializado en filtrar información de inteligencia, este hombre de 39 años y cabello canoso ha acumulado revelaciones en los últimos años, de Irak a Kenia pasando por Islandia y, más recientemente, Afganistán.

La difusión de 77.000 documentos militares estadounidenses confidenciales suscitó el 25 de julio pasado una tormenta mediática y una salva de crí­ticas del Pentágono, que lo acusa de ser un irresponsable.

Assange confirmó el 14 de agosto pasado su decisión de publicar «en un par de semanas» otros 15 mil documentos militares confidenciales sobre la guerra en Afganistán, recalcando que deseaba actuar «con prudencia».

«Queremos tres cosas: liberar la prensa, revelar los abusos y salvaguardar documentos que hacen Historia», explicaba recientemente a la AFP en Estocolmo.

En poco tiempo, Assange se convirtió en el hombre que ha hecho temblar la CIA, en el revelador de abusos, en apóstol de la transparencia… pero al mismo tiempo ha mantenido un gran enigma en torno a su persona.

Por ejemplo, se niega a decir a dónde va o de dónde viene, viaja de capital en capital alojándose en casa de simpatizantes o conocidos, no da su número de celular y tampoco precisa la fecha exacta de su nacimiento.

«Estamos ante organizaciones que no obedecen a reglas. Estamos ante agencias de inteligencia», asegura.

Nacido en 1971, sin decir la fecha, en Magnetic Island, noreste de Australia, Assange tuvo una infancia movida, habiendo pasado por 37 escuelas, según cuenta a la prensa australiana.

En su adolescencia, Assange se destacó como pirata informático hasta que lo descubrió la policí­a de Melbourne. Para escapar a la justicia, tuvo que pagar una multa y jurar que mantendrí­a una buena conducta.

La policí­a nunca pudo establecer si estuvo implicado en un incidente en octubre de 1989, en el que las pantallas de las computadoras de la NASA se vieron repentinamente cubiertas con la palabra «WANK» («pajero») poco antes del lanzamiento del transbordador espacial Atlantis.

Assange cuenta que fue «consejero de seguridad, fundador de una de las primeras compañí­as de servicios informáticos en Australia, asesor tecnológico, investigador periodí­stico, coautor de un libro».

En 2006 fundó Wikileaks, con «unas diez personas procedentes de los ámbitos de los derechos humanos, la prensa y la alta tecnologí­a».

Islandia y Suecia, donde cuenta con apoyos y está amparado por legislaciones favorables, son escalas privilegias en su constante ir y venir por todo el mundo, de Londres a Nairobi, de Holanda a California.

En Islandia fue donde se encerró durante semanas en una casa con las persianas siempre cerradas, para poner a punto con algunos compañeros de Wikileaks su primera gran «exclusiva»: un video grabado por la cámara de un helicóptero militar estadounidense en Bagdad en 2007, que muestra una incursión que causó la muerte de dos empleados de la agencia de noticias Reuters y de varios civiles.

Según la revista estadounidense New Yorker, Assange fue quien descodificó el video militar, calificando la tarea de «moderadamente difí­cil».

Assange milita además por un nuevo periodismo.

«A menudo nos preguntan: ¿verifican ustedes sus fuentes? Lo que verificamos son documentos. Llamamos y preguntamos: ¿son suyos estos documentos? ¿Si no, tal vez? Y creo que se trata de una exigencia muy superior», dice.

«A menudo nos preguntan: ¿verifican ustedes sus fuentes? Lo que verificamos son documentos. Llamamos y preguntamos: ¿son suyos estos documentos? ¿Sí­, no, tal vez? Y creo que se trata de una exigencia muy superior»,