Pese al optimismo que mantuvieron algunos ilusos, la mediación de í“scar Arias terminó en el fracaso anunciado y ahora tanto Zelaya como Micheletti parecen aprestarse a jugar con fuego y sabrá Dios cuál sea el resultado de la crisis en Honduras, porque los dos interlocutores dan muestras de radicalización de sus posturas.
A Zelaya no le va quedando otro camino que el de ingresar a su país por alguna vía y desde la clandestinidad interna tratar de recuperar el poder que le fue arrebatado en el golpe de Estado. No hace falta mucho análisis para entender que esa apuesta es sumamente peligrosa y puede hundir a Honduras en una situación de guerra civil con cauda muy lamentable, sobre todo para el país más pobre de Centroamérica que, a pesar de tal condición, se logró salvar de los conflictos armados que fueron característicos de la última parte del siglo pasado.
Micheletti, por su parte, parece empeñado en agudizar la contradicción y apuesta a ganarse el apoyo de los Estados Unidos mediante el enfrentamiento directo con Chávez. Sólo de esa forma se puede interpretar la decisión de expulsar del país a los miembros de la misión diplomática de Venezuela, a sabiendas de lo que ello puede traer como consecuencia. En realidad, parece una apuesta bien razonada para provocar un estallido violento de Chávez y con ello atraer la simpatía de la numerosa concurrencia que detesta al gobernante venezolano. Hoy en día Honduras está aislada en el mundo, pero si fuera objeto de una agresión chavista, sin duda que le lloverían apoyos y respaldos y eso es lo que buscará Micheletti.
En todo caso parece que ambos políticos están dispuestos a jugar con fuego y que su apuesta es a la confrontación, porque está demostrado que por la vía del diálogo y la negociación no existe salida alguna. Ya dijimos que en cuestión de tiempo, el que lleva las de perder es Zelaya porque su período termina dentro de pocos meses, mientras que para Micheletti cada día que pasa es ganancia, porque está detentando un poder que le llegó fácil luego del golpe de Estado.
En todo caso, la ruta que pareciera emprenderse en Honduras no puede sino presagiar problemas y eso es algo que tarde o temprano afecta a los otros países, especialmente aquellos en los que la polarización ideológica hace que se suden abundantes calenturas ajenas, como es el caso de Guatemala, donde ya se observa apasionamiento de los distintos sectores cuando se enfoca la crisis hondureña.
Ojalá que la comunidad internacional encuentre una fórmula, que por ahora no se vislumbra, para evitar confrontaciones que puedan ensangrentar al hermano país.