Hay muy pocas cosas que me gustan del deporte político que practican atletas obesos y fuera de forma en nuestro país. En realidad estoy en el momento en que detesto el tema, me aburre, hastía y causa náusea.
Lo evito no sólo por la cantidad de fanáticos que suscita el ejercicio (los talibanes políticos en nuestro país son capaces de todo), sino porque en Guatemala la práctica política es un eterno retorno. Repetir es la constante y esto no da cabida a la imaginación. Pero entre tanto ir y venir uno no puede menos que sacar la bola de cristal y hacer ejercicios de profecía (este parece ser el ejercicio habitual de los columnistas).
Así, los analistas políticos –en Guatemala la mayoría se precia de serlo– hacen sus apuestas. Por ejemplo, muchos aseguran que si Sandra Torres no es inscrita como candidata, el candidato a ganar será Suger, otros juran que será Harold y algunos optimistas opinan que será Baldizón. Los magos se multiplican y aunque sea como tema de cantina, los visionarios tiran sus dados. Los hay que dicen que si Sandra Torres es inscrita, de todas formas pierde: la señora es odiada, afirman con el seño fruncido, será una autócrata de pacotilla, una dictadora de antología, una marimacha para la historia. Lo dicen con tanta asertividad que no queda otra que asentir, tomar la botella y empinársela para olvidar tanta futurología apocalíptica. Yo mismo el otro día me disfracé de agorero en un bar de la zona 1 e hice mis apuestas. Se las comparto. Profecía uno: No creo que Sandra Torres sea inscrita como candidata a la Presidencia. Como fue plática de cantina no me preocupé por buscar fundamentos sólidos ni argumentos convincentes, sólo dije que los abogados no se arriesgarían dándole el plácet a la UNE a sabiendas que el mundo entero (aquí se vale exagerar) se les vendría encima. No conozco abogados mártires les disparé con sorna, expresando el pésimo concepto que tengo de ellos (de la mayoría). Profecía dos. Si la señora es inscrita podría ganar las elecciones. Esto causó furor, odio y ganas de expulsarme del templo de Baco. Les expliqué que en política casi todo puede suceder, que no era claro para mí el tal desgaste de la señora y que ellos –mis amigos– opinaban como capitalinos clase medieros, contaminados por la prensa, la radio y la televisión. Les dije que si lograba pasar a la segunda vuelta, la UNE lucharía con uñas y dientes para ganar y que muchos no votarían jamás por un candidato militar. Aquí cometí la imprudencia de decirles que yo era uno de ellos. Total que dejamos el tema de los augures y conversamos de cosas más provechosas y apasionadas, ese tipo de conversaciones que suelen distraer al macho medio al beber elixir relajante. Quiero repetir que el tema político cada vez me interesa menos y que por mí puede ganar quién sea. Total, vivo en materia política con la desesperanza de un africano en medio de la sequía y el hambre. No soy ningún optimista en el tema ni espero nada de los cleptómanos dedicados a la política. Pero hoy había que escribir sobre algo y deseaba provocar la discusión. Adelante, tire sus dados y cuéntenos su profecía política.