Juan Pablo II


La beatificación de Juan Pablo II, que se anunció ya y será formalizada el dí­a primero de mayo, ha llenado de júbilo a los católicos que admiraban la carismática personalidad de quien fue jerarca de la Iglesia, ejerciendo un largo mandato en el que prácticamente recorrió el mundo. Los guatemaltecos tuvimos la suerte de recibirlo en nuestro paí­s en donde proclamó un llamado por la justicia que aún resuena en los corazones de gente de buena voluntad.


Juan Pablo II fue un Papa influyente, porque fue también un Papa muy activo no sólo en cuestiones religiosas sino también en asuntos de la polí­tica mundial. Se dice que una fuerte alianza establecida con el gobierno de Ronald Reagan permitió socavar al mundo socialista al punto de haber derribado no sólo el muro de Berlí­n, sino la Cortina de Hierro, como se conoció durante la guerra frí­a a los paí­ses que conformaron el Pacto de Varsovia y que uno a uno fueron cayendo como parte de una ejemplar teorí­a del dominó.

Los enemigos de la Iglesia y los crí­ticos que el Papa tiene en el mismo seno del catolicismo le cuestionan la forma en que manejó el escándalo de los abusos cometidos por algunos sacerdotes en contra de la niñez, especialmente, en los casos de pedofilia. El Vaticano durante esos años se aferró a la tesis de que todo era un montaje de los medios y de los enemigos de la Iglesia para minarla, tendiendo así­ un manto de impunidad para proteger a los curas señalados. A los más sonados de éstos se les brindó la oportunidad de ir a Roma para cambiar de aires y alejarlos de la presión. Creemos que fue una postura equivocada, producto de un mal entendido espí­ritu de cuerpo derivado de la creencia de que era una campaña orquestada y no resultado de hechos concretos.

Benedicto XVI, al principio a tragos y rempujones, terminó aceptando la realidad y pidiendo disculpas por los abusos cometidos y por el daño que pudieron causar a miles de jóvenes que fueron ví­ctimas de esas prácticas.

Pero la influencia de Juan Pablo II es indiscutible en la Iglesia y en la propagación de la fe aún en medio de un florecimiento del conservadurismo más férreo dentro de la religión. No extraña, en ese contexto, que desde el mismo momento de su muerte se empezara a hablar de elevarlo a los altares, proceso que da un paso importantí­simo con su beatificación tramitada en forma muy expedita y que, aún pudiendo dar lugar a cierta polémica, llena de satisfacción a los fieles católicos que aún repiten el estribillo de: «Juan Pablo Segundo, te quiere todo el mundo».