Anna Russell era una estudiante de Filosofía; le gustaba mucho participar en clases, pero, desafortunadamente, todas sus intervenciones finalizaban en una discusión con sus compañeras o con sus profesores.
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Ella proclamaba que, si se tiene un punto de vista hay que defenderlo, porque de lo contrario los demás piensan que no se está convencido de ello, y que uno es débil.
A consecuencia de esto sus amigos se fueron alejando, y ya nadie quería hablar con ella; esto la hizo sentirse aislada, al punto de que casi abandonaba la carrera que tanto le fascinaba.
Afortunadamente descubrió a tiempo que era más importante tener un amigo que un millón de conceptos, a veces errados, en la cabeza; cambió sus actitudes y reconquistó a sus antiguas amistades.
ESTEMOS EN DESACUERDO, PERO AMISTOSAMENTE.