El Heraldo, semanario de política y variedades, publicaba, en 1910, estudios críticos para la literatura nacional y uno de estos juicios fue de José Rodríguez Cerna. Inventa, Cerna, un diálogo con Batres Montúfar y va presentando a los escritores de la generación de 1910. Así conocemos a Enrique Hidalgo, poeta que manejó bien el endecasílabo pero todavía no había manifestado su originalidad, acaso por su juventud. (Falleció en 1915). Joaquín García Salas, poeta también inclinado hacia el soneto que con el tiempo lograría su completo dominio. Alfredo Sierra Valle seguía muy de cerca las huellas de Enrique Gómez Carrillo, aunque sus textos resultaban un poco fuera de lugar por no ser parisino. Se esperaba de él (Sierra Valle) más centrado en su realidad guatemalteca. Como un futuro inédito se presentaba Adrián Recinos, buen lector, alejado de la espontaneidad en sus escritos. Existía en esta época Rafael Arévalo Martínez en quien se vislumbraba un gran poeta y narrador, mucho más tarde, como que fue el autor de El Hombre que parecía un caballo.
Federico Hernández de León, seguía muy de cerca la poesía española y de ahí sus versos sonoros. Haroldo por su parte era trivial pero presentaba dominio de la forma con cierta originalidad. Gustavo A Ruiz, su espiritualidad le impedía desarrollar a plenitud sus cualidades de artista. Virgilio Rodríguez Beteta se daba a conocer como un narrador, preocupado por los problemas de la patria. Ramón Ortega enamorado del arte por el arte, escribía poco, lo que impedía opinar con propiedad de su labor literaria. Carlos H. Martínez demasiado ferviente por lo japonés le restaba autenticidad a sus manifestaciones artísticas. Por otra parte, surgía Carlos Wyld Ospina labrador de sus sueños, se convertiría, con el tiempo en representativo de la literatura guatemalteca. Once fueron los literatos analizados por José Rodríguez Cerna, todos jóvenes incipientes, que auguraban buenas cosechas de arte y belleza en el país. En tanto, se les pedía fe y esfuerzo para llegar a la cumbre como, en verdad, varios llegaron. Esta era, pues, la juventud pensadora de Guatemala en 1910, hace cien años.