El humo del tabaco se concentra en la pista de baile, donde adolescentes de diversas edades bailan enérgicamente mientras sostienen bebidas alcohólicas y cigarros en amabas manos. Son las 9:30 de la noche y el bar está completamente lleno. Carlos* reconoce que el ambiente es tentador pero ignora que su vida está en riesgo.
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El alcohol es uno de los depresores más comunes de comercialización libre, que tiene como principal efecto el relajamiento del cuerpo y la pérdida de capacidades cognoscitivas.
Al ser consumido conjuntamente con estimulantes, como la nicotina, anfetaminas y cocaína, sucede lo contrario. El sistema nervioso es incitado a estados de euforia, ansiedad y depresión, que alteran por completo la conciencia.
Como sus amigos lo habían invitado, Carlos accedió a ir una noche de sábado en septiembre del año pasado, al bar más popular de la Zona Viva, el lugar que estaba de moda por su reciente apertura.
Sabía que le iban a permitir ingresar aunque no tuviera más de 18 años, ya que «en la mayoría de bares basta con que se pague el cover», pero lo que nunca imaginó, fue la situación de riesgo que tendría que enfrentar junto a sus amigos.
En medio de la estridente música, un joven de aproximadamente 25 años comenzó una pelea con otro, de menor edad. Antes de que llegaran los guardias de seguridad del lugar, ya se había derramado sangre y el menor se encontraba tirado en el piso soportando las patadas que le propinaban su contrincante y sus amigos.
Ante la insistencia de los policías privados, que le obligaban a salir, el enfurecido sacó una pistola y amenazó con disparar a quien se pusiera en su camino, «entre ellos estaba yo», recuerda Carlos.
A salvo
«Me apuntó por un minuto y nadie se movió hasta que los guardias le quitaron el arma, lo golpearon y entregaron a la Policía», señala.
El incidente no tuvo consecuencias fatales, más que un joven gravemente herido, pero rápidamente el local quedó vacío. De acuerdo con las personas que se encontraban en el lugar, el agresor había consumido cocaína.
Sin embargo, una semana después el local se encontraba lleno nuevamente: la promoción de «un cubetazo» de cerveza por Q80 había logrado recuperar a la clientela.
El problema de consumo de drogas no es propio de jóvenes en situación de calle, también es evidente en grupos de la clase pudiente, que se reúnen en discotecas de 4 Grados Norte, Zona Viva y Carretera a El Salvador, señala Nidia Aguilar, defensora de la niñez y adolescencia de la Procuraduría de Derechos Humanos.
En los centros nocturnos donde se consume alcohol y se permite el ingreso a menores de edad, es común el consumo de drogas químicas y procesadas como el crack, cocaína y heroína, refiere la entrevistada.
Según Aguilar, la exposición de los jóvenes a alcohol, drogas e incluso a la prostitución, tiene diversas causas que deben ser atendidas por las autoridades.
Entre ellas, menciona la falta de gobernanza y control que se tiene sobre la comercialización y consumo de narcóticos con fines no médicos, lo cual está penado por la ley.
Dentro de los factores sociales, también se cuenta la pérdida de valores dentro de las familias y la falta de espacios para el esparcimiento de los jóvenes. «Los padres deben mantener una constante comunicación con sus hijos para estar al pendiente de lo que hacen y lo que necesitan», señala Aguilar.
La experta considera que es necesario crear espacios de expresión, especiales para jóvenes, en donde puedan divertirse lejos de los riesgos que representan las drogas y vicios. «Lo ideal sería abrir centros culturales donde puedan participar todos sin importar su condición económica».
Descontento
Los centros nocturnos, discotecas y bares han generado el descontento, no sólo de quienes han tenido experiencias desagradables como Carlos, también de los vecinos que se ven afectados por la contaminación.
«Es raro porque en el Distrito Cultural 4 Grados Norte no hay nada de cultural o positivo para los jóvenes» señala Olga Escobar, vecina del sector.
«Los jóvenes dejan la basura en la puerta de mi casa (…) ahí encuentro desde condones hasta residuos de marihuana, que tengo que limpiar todas las mañanas» refiere.
La música de alto volumen, que no termina hasta después de la 1 de la madrugada, ha motivado a que los vecinos de la zona 4 y carretera a El Salvador levanten denuncias en la Policía Nacional Civil, lo que ha obligado a las autoridades a suspender a varias discotecas que no cuentan con permisos para utilizar equipos de sonido.
«Está visto que esos lugares solo nos traen problemas de contaminación y violencia, esperamos que las autoridades ordenen su funcionamiento o las cosas se van a poner peor» señala Luis Suárez de carretera a El Salvador.
*Nombre modificado a solicitud del entrevistado.