José Luis Fernández Fernández: í‰tica de las profesiones


¿í‰tica de las profesiones? Sí­, aunque no lo crea. La obra que ahora presento se trata de una reflexión en donde diversos profesores, luego de un Simposio en la Universidad Pontificia de Comillas en 1993, ofrecen su visión sobre el tema de las profesiones y su presunta ética. Huelga decir que muchos de los temas abordados son interesantes y nos ayudan a acercarnos a una temática en el que seguramente muchos podemos ser novicios.

Eduardo Blandón

El primer capí­tulo tiene por tí­tulo «las profesiones en la sociedad corporativa», en éste se define la naturaleza de las profesiones y lo que han sido en su sentido más tradicional. Asimismo, se ofrecen los principales rasgos de lo que el autor llama paradigma profesional. En la parte última, se cita a Iván Illich que desde su obra «le chomage créateur» hace una crí­tica al mundo de las profesiones por el dogmatismo que ejercen frente a los demás.

El texto define al profesional como «personas que poseen un amplio conocimiento teórico aplicable a la solución de problemas vitales, recurrentes pero no estandarizables y que se sienten en la obligación de realizar su trabajo al máximo de sus competencias, al mismo tiempo que se sienten identificados con los demás profesionales del ramo». El autor del capí­tulo subraya cada uno de los elementos de la definición para hacerlo más digerible y sacar sus propias conclusiones.

Posteriormente, se presentan los componentes del paradigma profesional. En este sentido dirá que una profesión es, ante todo, un servicio a la sociedad único, definitivo y esencial. La profesión se la considera como una vocación (Calling, Beruf), no en el sentido religioso sino porque se piensa y espera que el profesional se dedique a su profesión de por vida. Además, la profesión se basa, predominantemente, en conocimientos y técnicas intelectuales para la realización del servicio que presta. Este mismo dominio de técnicas intelectuales exige que el profesional se someta a un perí­odo de preparación especializada y formal, habitualmente en instituciones educativas. El profesional reclama un amplio campo de autonomí­a.

El autor indica que un elemento importante de este paradigma profesional es el énfasis puesto en el servicio prestado más que en las ganancias obtenidas. «Por otra, las ganancias no deben convertirse en el criterio para juzgar la valí­a y triunfo de un profesional, en tanto que es criterio inequí­voco en el caso del comerciante, empresario y hombre de negocios». Finalmente, agrega, existe una organización de profesionales de cada ramo, creada y autogobernada por ellos mismos, cuyas misiones son crear criterios de admisión/exclusión, impulsar un alto nivel de competencia y elevar el status socio-económico de los miembros.

La crí­tica de Illich consiste en señalar el peligro que conlleva el hecho de que los profesionales determinen en la actualidad de qué tenemos necesidad, decretan lo que es correcto y justo para cada uno, tienen autoridad para crear clientes y hasta redactar directrices que determinan roles sociales para los ciudadanos: rol de enfermo, de sano, de loco, de útil para el trabajo, de incapacitado permanente, de rehabilitado, de merecedor de prolongar su vida, etc.

«Los profesionales reclaman el monopolio de las definiciones y la prescripción de las soluciones a ellas. Así­ los médicos, los profesores y los funerarios se convierten en burócratas, gnoseócratas y tanatócratas? ¿cómo? Creando la necesidad legal de su mediación convirtiéndose en misionero que busca almas perdidas, inquisidor que persigue a los desviados».

Otro de los capí­tulos interesantes es el titulado «el ethos del trabajo en la sociedad actual». En este se distingue el concepto del trabajo como ethos y como mores. El autor sostiene que la idea de trabajo ha cambiado, es el mismo pero no lo mismo. Para demostrarlo, revisa la teorí­a de Weber hasta llegar a los sociólogos y estudiosos más actuales (al menos los del siglo pasado). Vayamos por parte.

A mi juicio, dice el autor, en la sociedad industrial que es la de hoy y la nuestra, el trabajo ha sufrido un proceso «mutante» (como los de la evolución biológica), y ha pasado, de ser una vocación (realidad personal, valor, tensión, sitio simbólico de otra cosa), a ser sólo un elemento de estructura (realidad cósica, neutra, opaca, instrumentalmente lógica, externa). Este es el paso de la moral del trabajo como ethos al de mores. Es decir, como ethos ?que es el sentido más tradicional de concebir el trabajo-, éste se vive de manera más mí­stica, con sentido y tratando de encontrar una realización en ese obrar. Como mores, el trabajo ?que es el de hoy, según el autor- es más funcional, no interesa la realización, sino tener dinero, por ejemplo.

«Hoy, la palabra trabajo, nos guste o no, significa otra cosa muy distinta de lo que significó en los análisis de Weber, aunque sólo fuera porque la gente, al decirla, dice otra cosa con ella, sabiéndolo o no sabiéndolo».

Entonces, se nos refiere, ¿qué no es el trabajo? En primer lugar, éste ya no es como lo concebí­a Weber algo que exige ser emprendedor. Hay una desmitificación/desacralización del trabajo que tiene su origen quizá en la ley de los grandes números. Es decir, el autor señala, que la nueva civilización, la de los grandes números o la de las masas, busca nuevos valores, es decir, nuevas explicaciones para el trabajo, para todo trabajo, no sólo para el trabajo emprendedor de Weber.

«La cultura actual del consumo es lo contrario de la cultura weberiana de este primer capitalismo. Y supone, entre otras cosas, un cambio esencial en la valoración del trabajo, o de la función-trabajo».

Por otra parte, según Vicente Sastre (obra citada por el autor) la percepción de «la humanización del trabajo» ?luego de una encuesta europea- no se da en el trabajo sustantivo mismo, sino sólo en una constelación de valores instrumentales y adjetivos que acompañan al trabajo: prestigio, status, dinero, poder? «Fuera de esa perspectiva adjetiva, y hasta ajena al trabajo mismo éste no es percibido como humano (?). Todo el mundo sabe que, en la actual crisis del empleo, la gente no busca trabajo sino un puesto de trabajo».

En conclusión, el trabajo no tiene valor en sí­ en nuestros dí­as. Vaciado de contenido, es simplemente sólo algo instrumentalizable para otra cosa, el dinero. «El salario es lo que siempre se considera como lo más importante en el trabajo».

¿A dónde quiere llegar el autor? Simplemente a revelarnos su hipótesis, lo que se ha dicho, que el trabajo hoy, ya no es lo mismo que antes. Que los valores han cambiado y que gracias al consumismo el trabajo ha dejado de ser algo ligado a una vocación o un lugar de realización personal. Esto es apenas un inicio para entrarle al tema ético que es tocado por Augusto Hortal Alonso en el apartado «planteamiento de una ética profesional». Pero eso le tocará leerlo a usted en el libro si se anima a comprarlo.