Johannes Brahms: de su vida y su música


celso

En el artículo anterior expusimos algunas anécdotas narradas por los biógrafos de Johannes Brahms que perfilan su carácter en toda su dimensión. Sin embargo, y antes de exponer algunas ideas sobre su música, consideramos necesario escribir algunas acotaciones sobre su vida. Carácter y vida están reflejados en todas las facetas de la música de este compositor, uno de los más incomprendidos de la cultura occidental, pero el más profundo y de mayor aliento estético.

Celso A. Lara Figueroa
Del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela


Brahms es el Kant de la música –en el sentido de hondura filosófica–, tan poco entendido y peor interpretado. Como lo apuntara con razón un día Enrique Anleu Díaz, probablemente nuestro mejor director de orquesta sinfónica actual “a Brahms se le dirige cuando uno es ya maduro no es cosa de niños ni de virtuosismos más o menos pirotécnicos”, como lo demostró al dirigir hace ya muchos años, en 1973, la Sinfonía número 1 en Re Menor. Brahms es inmenso como el Océano y como el firmamento. De ahí lo difícil de su interpretación. Sirvan estas líneas como tributo a Casiopea, esposa dorada, camino de eternidad, flor horaria que crece eterna en el centro de mi alma, suave lucero élfico que brilla en nuestra casa-ancla. Campanada de estrellas que se hunde en mi vida cotidiana cual raíz de sauco.

    Pero volviendo a nuestra aproximación a la vida de Johannes Brahms, diremos que el ilustre maestro nació el 7 de mayo de 1833 en Alemania, en la ciudad de Hamburgo. Fue hijo de un contrabajista de la histórica ciudad.

    En su juventud apenas conoció las alegrías materiales de una posición desahogada. De ahí resulta que la mayor vanagloria de su infancia escolar fuese el haber podido aprender un poco de francés, aunque ésta fue toda la cultura que recibió. Al principio, su educación musical tampoco fue muy esmerada, a pesar de que, muy joven aún, tomó de su padre lecciones de violín, violoncelo y trompa, pues su familia deseaba que fuese un buen músico, capaz de tocar en un conjunto. Como un favor especial, su padre envió una esquela al profesor de piano Alfred Cossel: No es preciso, señor Cossel, que mi hijo Johann vaya más allá de lo que usted puede enseñarle; los conocimientos de usted le serán más que suficientes.

Cossel, hombre sencillo y sin pretensiones, se dio cuenta en seguida de la materia de que estaba hecho su alumno; insistió, pues, cerca de sus padres a fin de que el niño fuese enviado a Eduardo Marxsen, hombre de gran talento, para que tomase de él lecciones de teoría y piano. Cuando Johann hubo alcanzado sus quince años, Marxsen estimó que el muchacho estaba ya completamente formado. Por otra parte, este resultado no fue conseguido sin sudores: muy a menudo, y durante noches enteras, tuvo que tocar el piano en las tabernas, “por dos escudos y libre bebida”. Poco antes de su muerte el maestro escribía refiriéndose a estos días lejanos: “Apenas tenía doce años cuando me vi obligado a dar lecciones, y bajo palabra os diré que aquel muchachito tomaba muy en serio el tener que luchar con alumnos de los que no se podía sacar gran provecho. Sin embargo, yo soportaba con paciencia la prueba; ni por todo el oro del mundo quisiera haber dejado de conocer este período de indigencia, pues estoy convencido de que estas experiencias han sido beneficiosas para mí, incluso necesarias para mi formación”.

El joven Brahms continuó experimentando la necesidad de querer cultivarse, sacando tiempo en su asiduo personal los vacíos que había dejado su endeble formación. Comenzó por adquirir libros prestados de pobres bibliotecas públicas.