Joey, una gran columna


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El viernes, encontrándome en la clínica de mi odontólogo recibí las llamadas de dos de mis hijos y de varios amigos haciendo de mi conocimiento que en un trágico accidente había perdido la vida mi querido y joven amigo José (Joey) Habie Nigrin. De inmediato vino a mi memoria el día 23 de mayo de 1980 cuando en el aeropuerto de Miami conocí a Joey, quien acompañando a su distinguida madre doña Sarita Nigrin de Habie y a su hermana venían hacia Guatemala a raíz del asesinato de su padre, Alberto Habie, a quien pocos días antes yo le había entregado la presidencia del Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras, CACIF.

Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com


Cómo borrar esa escena donde sin yo saberlo se me acercó doña Sarita y me preguntó ¿Paco por qué mataron a Alberto? Yo sin reconocerla al principio, hasta que ella retiró los anteojos oscuros de su rostro, no supe quién era, ni mucho menos de qué me estaba hablando. No pude darle una explicación por cuanto yo venía de haber dictado pláticas sobre la situación de Guatemala en Argentina, Chile y Brasil.
Hoy de nuevo no encuentro explicación y aunque respeto la voluntad de quien está más alto que nosotros, no dejo de preguntarme por qué se nos priva de un hombre que durante toda su vida empresarial demostró ser un ejemplo. Joey era un hombre de una sola palabra, hábil, trabajador, sumamente productivo y ante todo un patrono ecuánime que a sus más de diez mil trabajadores siempre les reconoció su importancia, su calidad humana, su contribución con el trabajo al éxito de las múltiples empresas que gestó.

Era uno de los textileros más grandes de América Latina, un gran desarrollador de inmuebles, tales como el Hotel Tikal Futura y su centro comercial, múltiples colonias de habitación para clase media en el área de Amatitlán, creador de parques industriales, empresario en la generación eléctrica, en la importación, comercialización y venta de derivados de petróleo y en muchas otras cosas más.

Joey, a diferencia de algunos otros, nunca pidió un privilegio al sector público, siempre contribuyó con el pago de impuestos y respaldó en todo sentido el desarrollado de su país. Es ampliamente sabido que era un contribuyente en su trabajo y con sus recursos a la Colonia Judía radicada en nuestro país y a numerosas obras sociales. Su distinguida esposa, doña Mariana es también un ejemplo que lo complementó y que sin duda alguna, al igual que sus hijos la embarga el dolor humano que su ausencia produce y la pregunta por qué partió Joey.  Explicaciones ya no tienen importancia, sólo nos queda decir “El Señor nos lo dio, el Señor nos lo quitó, bendito sea el nombre del Señor”.

Al igual que Alberto, Joey merece que su nombre, que su imagen quede grabada física y espiritualmente en nuestra historia, esperemos que uno de los hospitales del Seguro Social se le otorgue su nombre, igual que yo lo hice en mi gestión como gerente del IGSS con la sala o parque de diversiones del hospital de Pediatría del Seguro Social.

En conclusión, agradezcámosle a Joey, igual que a Alberto su padre, a Enrique Novela Alvarado, haber sido no exitosos empresarios, sino ejemplo de dignidad, de patriotismo, de seres positivos, justos y ecuánimes que han sabido demostrar que el ser ciudadano, que ser patriota, que ser hombre correcto y justo no riñe en ningún momento con ser exitoso empresario y patrono, que sirven a la patria y a la comunidad que los vio nacer y que con su ejemplo perdurarán en la historia de nuestro país.
¡Guatemala es primero!