Tengo que ser honesto con usted en esta ocasión y de una sola vez. Este libro no es para todo público. No es fácil de leer y requiere no sólo de tiempo, sino también de cierta iniciación filosófica. La obra es pequeña, apenas tiene 216 páginas, pero exige una lectura concentrada y mejor aún si se va tomando apuntes para no perderse ni una sola coma del texto.
A cambio de semejante aridez, que no es producto de un libro mal escrito, la obra permite una inmersión bastante completa en el pensamiento de Nietzsche. Es decir, si usted es de esas personas que quiere conocer con cierta profundidad a ese pensador alemán (dicho sea de paso no fácil de entender), este es un texto para usted. No se espante, no crea que va a masticar piedras, pero le advierto para que se prepare a la lectura.
Evidentemente, si usted es un lector iniciado, este es un libro que no debe faltar en su biblioteca. Conill deja evidencia a lo largo de la obra que trabajó con seriedad el texto y que las abundantes citas bibliográficas no son un lujo innecesario, sino el fundamento que respalda cada juicio expresado.
El libro se divide en tres partes. El primero se titula «Por los caminos del criticismo kantiano», el segundo, «Nietzsche y la hermenéutica contemporánea» y, la tercera y última, «Hacia la gran política». Asimismo, cuenta con un epílogo que llama «Orientación nietzscheana de nuestra tradición filosófica».
La primera parte del libro la inicia Conill afirmando que el pensamiento de Nietzsche no puede desligarse de algún modo de la filosofía de Kant. A Nietzsche le interesa criticar al filósofo de Kí¶nigsberg para desmontar sus deficiencias y mostrar su posición respecto al conocimiento. Aunque, advierte con curiosidad Conill, parece que el autor de Zaratustra nunca leyó directamente a Kant.
«Curiosamente, parece que la posición de Nietzsche respecto de Kant, tanto en lo que asume de él como en lo que rechaza no se sustentó nunca en un estudio detenido de sus obras. Todos los indicios hacen suponer, por el contrario, que nunca leyó una sola obra de Kant en el original, sino que tuvo un conocimiento de su filosofía a través de sus intérpretes y seguidores: Arthur Schopenhauer y Friedrich Albert Lange, pero también Gustav Teichmí¼ller, Otto Liebmann, Kuno Fischer».
La crítica fundamental de Nietzsche hacia Kant consiste en mostrar la ingenuidad de éste al creer que se puede alcanzar el conocimiento mediante su crítica trascendental; cuando lo único que se puede encontrar es una fe en un orden de la razón; y, como dice Conill interpretando a Nietzsche, la confianza en la razón constituye sólo un fenómeno moral.
«Lo que Nietzsche quiso abandonar fue la determinación lógico-metafísica de la verdad. Porque su crítica genealógica, en forma de ’psicología de la metafísica’, revela que en la verdad, así entendida, se esconde una fe, ’la fe en un valor metafísico, en una, valor en sí de la verdad’, de la que surge un proceso por el que el ’mundo verdadero’ ha acabado convertido en ’fábula’; y descubre asimismo que los diversos conceptos fundamentales de la metafísica a los que está ligado el concepto de la verdad (substancia, razón, fin, fundamento, incondicionado) son producto de una ’falsa cosificación’».
Pero, ¿cómo llega Nietzsche a la afirmación de que Kant no logra superar a la antigua filosofía tradicional escolástica? Lo realiza a partir del análisis del lenguaje. El filólogo, como era en verdad Nietzsche, trata de demostrar que el lenguaje es sólo una ficción, al igual que los conceptos, que los seres humanos tenemos inclinación hacia las metáforas, pero que éstas no tienen nada que ver con la famosa «verdad».
«Por lo que se refiere al origen (del lenguaje), sobresale la concepción del hombre como ’sujeto creador artístico’, al que es esencial un ’impulso a la formación de metáforas’. Este impulso artístico actúa en la formación de las palabras y de los conceptos, y constituye la fuerza de mediación entre las esferas heterogéneas del sujeto y del objeto, entre las que sólo es posible una relación estética. Es éste un aspecto básico para entender por qué Nietzsche considera que el lenguaje es incapaz de expresar adecuadamente la realidad».
Según Conill, para Nietzsche la genealogía nos pone de manifiesto que el lenguaje es esencialmente metafórico y, por consiguiente, que no hay que hacerse ilusiones de que vayamos a poder conocer las cosas en sí.
«Siguiendo la interpretación de Bittner, la negación del «en sí» en este contexto no se restringe a la negación de la «cosa en sí» (al estilo kantiano), sino que se refiere a lo que pueda constituir a una cosa como tal, a su modo de ser. La afirmación «no existe el ’ser en sí’» significa que nada es por sí y en sí de un modo determinado. Se niega el carácter metafísico que se ha atribuido a las cosas, su carácter propio. í‰sta es la base de la crítica nietzscheana de la verdad: «no hay ningún ’ser en sí’» y de este modo se le quita toda razón de ser a la idea de una posible adecuación».
En realidad a través del lenguaje desfiguramos las cosas. Los juicios que afirmamos como verdaderos no son sino elementos asentidos por fe, pero que no corresponden a eso que llamamos verdad. ¿En qué consiste la teoría de la adecuación cuando se habla de la verdad? En una especie de invención, dirá Nietzsche.
«Según Nietzsche, lo que sabemos de las cosas tiene la forma de figuras, que no surgen de la esencia de las cosas, sino que tienen un origen ’demasiado humano’. El ejemplo nietzscheano del sordo y la música puede aclarar este punto. El sordo está cerrado a la experiencia de cómo es la cosa; y esto sirve de ejemplo para el lenguaje. El lenguaje actualiza las cosas, no como son, sino en una perspectiva extraña a ellas. No tenemos más que «metáforas de las cosas», por consiguiente, perspectivas que les son extrañas e inadecuadas».
¿Pero, entonces, si no hay verdades, qué hay? Sólo interpretaciones dice Nietzsche. Aquí tenemos que resignarnos a considerar el lenguaje no como fuente de verdad, sino como elemento que nos sirve para la vida. Hay en todo esto un significado pragmático.
Dice Nietzsche:
«Contra el positivismo, que se queda con el fenómeno ’sólo hay hechos’, yo diría: no, justamente no hay hechos, sólo interpretaciones. No podemos constatar ningún factum ’en sí’: talvez es un sinsentido querer algo así».
Llegados hasta aquí, como es costumbre, le recomiendo la compra del libro. Lo puede adquirir en la librería Loyola.