Jerusalén en la época de Jesús


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Durante los primeros setenta años después del nacimiento de Jesús (cuyo nombre original era Yeshua, o Yahushua o Yehoshua), la capital de Judea era Jerusalén; ciudad que tení­a quizá unos 25,000 habitantes. Estaba situada casi en el centro de Judea. Geográfica y polí­ticamente dependí­a de Siria, que era una de las provincias más importantes de Roma. La máxima autoridad administrativa y judicial de la ciudad era el Gran Consejo, o Sanhedrí­n, presidido por el Sumo Sacerdote.

Luis Enrique Pérez

 


Herodes El Grande gobernaba Judea cuando nació Jesús. Este gobernante reconstruyó el templo que los babilonios habí­an destruido siglos antes, y construyó palacios, sepulcros, fortalezas, murallas y acueductos.  En la época de Jesús adulto, el gobernador de Judea era Herodes Antipas, hijo de  Herodes El Grande. Griegos notables, entre ellos historiadores y maestros de retórica, eran invitados a las cortes herodianas, Jerusalén era principalmente la ciudad del templo; aquel templo cuya precisa estructura Yahweh le habí­a revelado a Ezequiel. El templo de Jerusalén era, en esa época, el único santuario de los judí­os, y ello le conferí­a una función importante en la economí­a de la ciudad. El templo recaudaba recursos que provení­an de  impuestos, votos, alquiler de bienes inmuebles y donaciones de todo el mundo. Recaudadores privados, a quienes la autoridad gubernamental les habí­a dado en alquiler la aduana de la ciudad, cobraban los impuestos de importación.

Jerusalén producí­a ungí¼entos y resinas, y quizá también aceite extraí­do de las rosas. Abundaba la piedra. Los rebaños suministraban lana y pieles, y los olivares suministraban aceitunas y madera. El agua era escasa. Los trabajadores eran principalmente cardadores, tejedores, bataneros, sastres, herreros, albañiles, canteros, alfareros, panaderos y carniceros.

Israelitas extranjeros llegaban anualmente a la ciudad para participar en las fiestas religiosas. Jerusalén atraí­a también a grandes comerciantes, a prósperos recaudadores de impuestos y a ricas familias judí­as. La misma familia herodiana solí­a visitar Jerusalén durante las fiestas religiosas. Habí­a en Jerusalén dos importantes grupos sociales: la aristocracia sacerdotal hereditaria, y la nobleza laica. Empero, ya en la época de Jesús habí­an nuevos grupos importantes: los escribas, los saduceos, los fariseos, los celotas y los esenios.

Los escribas eran los poseedores de la ciencia divina y esotérica. Creí­an en un reino terreno y en un reino celestial, en el que los seres humanos serí­an juzgados después de muertos.  Los saduceos aparentemente no creí­an en una vida ultraterrena; creí­an que las normas consignadas en los libros divinos debí­an ser obedecidas por todo el pueblo, el cual debí­a constituir  una sociedad santa; y aceptaban que Jerusalén estuviera sometida al gobierno romano. Los fariseos eran considerados practicantes del ideal de vida que predicaban los  escribas. Los celotas se oponí­an al dominio romano. Los más violentos de ellos eran los sicarios. Los esenios constituí­an una secta religiosa que creí­a en la inmortalidad del alma y en el castigo divino del pecado. Supuestamente Jesús fue miembro de esa secta. Empero, es probable que no lo haya sido.

Post scriptum. En el año 66, los judí­os comenzaron a rebelarse contra Roma. Finalmente Jerusalén fue sitiada y arrasada en el año 70. El apóstol Pablo habí­a emprendido ya la extraordinaria faena misionera que contribuirí­a a transformar el cristianismo en una religión universal.