Javier Hernández-Pacheco:


Cuando alguien necesita una guí­a orientadora para conocer «grosso modo» el pensamiento de los autores en una época determinada nada mejor que un libro historiográfico de la filosofí­a. Un libro así­ tiene la virtud de presentar de manera sintética y adecuada los caracteres esenciales o las lí­neas generales de ideas para entender panorámicamente en qué andaban metidos y sobre qué cosas pensaban esos intelectuales. Además, reconozcámoslo, ayudan a ahorrar tiempo, energí­a y dinero gracias al esfuerzo simplificador de los estudiosos.

Eduardo Blandón

En esta lí­nea de ideas, el presente libro de Hernández-Pacheco tiene la virtud de facilitarle la vida a los lectores, habituados o no habituados en esta ciencia «sui generis» metafí­sica, para mostrar el estado actual de la filosofí­a. Digo «estado actual» quizá de manera inapropiada porque en realidad el libro publicado por la editorial tecnos apareció por primera vez en el año 1997. Esto, sin embargo, no quita mérito a un trabajo en la que se presentan las ideas de manera clara, concisa y con suficiente profundidad (lo suficiente para motivar futuros estudios y comprender adecuadamente los conceptos).

El libro cuenta con seis capí­tulos y en cada uno de ellos se desarrollan las ideas que son, al menos para la época (y un poco todaví­a hoy), lo más novedoso y genial de la filosofí­a social. Los autores abordados son: Karl Popper, John Rawls, James Buchanan, Friedrich Hayek, Jí¼rgen Habermas y Karl-Otto Apel. Si usted es un amante de la filosofí­a, participante de blogs en esta materia en Internet o amigo de algún chiflado profesor de este curso, seguramente ya ha escuchado hablar de ellos. Son autores imprescindibles para estar en la onda del pensamiento social de nuestros tiempos.

¿Es un libro difí­cil? No lo creo. Basta un mí­nimo conocimiento de la filosofí­a en general y basta. Me gustarí­a decir que es un texto para Dummies, pero le juro que exagerarí­a demasiado. Lo importante es comenzarlo a leer despacio, con un marcador en mano y, con el paso de las páginas, las cosas se ponen fáciles. Es cierto que en ocasiones se cita a Parménides, Heráclito, Platón, Aristóteles, Marx, Kant y Hegel, entre tantos otros, pero no se espante es un recurso que usan los filósofos para «apantallar» al lector y sugerirle que sabe mucho y que eso que dice, suele estar respaldado por la tradición.

El libro conviene leerlo porque constituye una puesta al dí­a de los principales filósofos sociales del siglo pasado. Puede usted no conocer la Doctrina Social de la Iglesia, las encí­clicas sociales, ignorar horriblemente el contenido de la «Mater et Magistra», la «Sollicitudo rei socialis» y hasta la lejana «Rerum Novarum», pero nunca desconocer la contribución de estos filósofos que todaví­a hoy dan mucho en qué pensar. Así­ que si quiere salir de la media y mostrarse al mundo como alguien interesante, cultivado y hasta simpático, tiene que leer este libro.

Comentaré, por razones de espacio y para abrirle el apetito, el primer capí­tulo dedicado a Popper. Hernández-Pacheco presenta al filósofo austriaco nacido en 1902 y fallecido en 1994 como un pensador genial aun y cuando los méritos no siempre fueron reconocidos durante su vida. Popper, para el autor de este libro, fue un intelectual no sólo brillante sino poseedor de un carácter siempre dispuesto a discutir y a revelarse en contra de ideas que le parecí­an no corresponder con los hechos.

Alejado del Cí­rculo de Viena y de la tradición del positivismo lógico, parte de su pensamiento los dedica al estudio la epistemologí­a. Aquí­ hace planteamientos originales sobre la concepción de la ciencia, su naturaleza, oficio y función, para después desarrollar una teorí­a bautizada como «falsacionismo». ¿En qué consiste? Popper estima que las teorí­as expuestas por la ciencia nunca son definitivas ni tampoco infalibles, por lo que siempre tienen que ser cuestionadas, «falseadas», para verificar si en realidad se cumplen las predicciones que dicen realizarse en la realidad.

«? Una teorí­a es verdadera si podemos desarrollar las condiciones en las cuales podrí­a ser contradicha por los hechos empí­ricos, sin que esa posible contradicción se produzca de hecho. Dicho en terminologí­a popperiana, una teorí­a es cientí­fica y contiene información verdadera sobre el mundo, cuando siendo «falsable» no es «falsada», esto es, cuando es capaz de deducir a partir de sus principios explicativos predicciones empí­ricas que no se ven refutadas por los hechos».

Para Popper, toda la brillantez de la teorí­a no sirve para nada si ésta no pasa por la «humillación» del contraste con los hechos. Hasta aquí­, a causa del espacio, lo dicho en el plano epistemológico. En materia social, sus ideas principales están en dos obras: La sociedad abierta y sus enemigos y La miseria del Historicismo. El filósofo austriaco hace una crí­tica feroz al platonismo por considerar ese sistema como la raí­z de todos los totalitarismos actuales. En este punto Popper es abundante y cobra la factura a todos los seguidores de ese pensamiento (Hegel y Marx principalmente) que a su juicio han hecho mucho mal a la humanidad.

Popper afirma «sea como fuere, él ciertamente (Platón) creí­a en dos cosas: en una general tendencia histórica hacia la corrupción, y en la posibilidad de poder parar la ulterior corrupción en el orden polí­tico deteniendo todo cambio polí­tico. Y éste es, por consiguiente, el fin que se propone. Intenta conseguirlo mediante la instauración de un Estado que está libre de los males de todos los demás, porque no degenera, porque no cambia. El Estado que está libre de cambio y corrupción es el mejor, el Estado perfecto».

El filósofo, también amigo de Hayek, no quiere sino un Estado pequeño, con funciones primordiales, al estilo de Locke. El Estado debe preocuparse principalmente de garantizar la libertad de sus ciudadanos, incluso, concede, la de que el otro no me ofenda, me golpee o mate. Pero nunca un Estado monstruoso, interventor que ponga en crisis los derechos fundamentales de los individuos.

«Lo que demandamos del Estado es protección de nosotros mismo y de otros, protección para desarrollar con libertad un proyecto individual de existencia, sin más lí­mites que los exigidos por la convivencia en una estructura de respecto a la libertad y a los derechos individuales de los demás (?). Yo no quiero vivir a merced de nadie que tenga puños más largos o cañones más grandes. Con otras palabras, yo quiero estar protegido contra la agresión de otros hombres. Quiero que se reconozca la diferencia entre agresión y defensa, y que la defensa sea apoyada por el poder organizado del Estado».

Lo dicho hasta aquí­ es apenas una parte del libro e incluso del capí­tulo, conviene, si le interesa, que se anime a leer más de los autores arriba mencionados o que simplemente adquiera esta obra. ínimo.