Japón debe reconocer esclavitud sexual


Manifestación. Mujeres surcoreanas que fueron utilizadas como esclavas sexuales por Japón durante la Segunda Guerra Mundial, durante una protesta.

En una maniobra interpretada ampliamente como una censura de la polí­tica exterior de Japón respecto a las esclavas sexuales, la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó el lunes por unanimidad un documento que solicita las disculpas de Tokio respecto a esta cuestión.


La iniciativa enví­a al gobierno nipón un mensaje claro: no existe ninguna ví­a por la que Japón pueda evitar su expiación por la explotación de mujeres por parte de sus soldados durante la Segunda Guerra Mundial.

El consenso internacional dicta que Japón ha de reconocer su responsabilidad respecto a las esclavas sexuales, se trata de una obligación con el pasado que ha sido verificada como relevante por las Naciones Unidas y, esta semana, por el Capitolio.

El documento está considerado una protesta por parte del legislativo estadounidense por la reciente desestimación de estos crí­menes por parte de los polí­ticos más conservadores del paí­s » del sol naciente».

En una fuerte condena a la negativa nipona, el demócrata Mike Honda, legislador por el estado de California y ciudadano estadounidense de ascendencia japonesa, presentó el borrador ante la cámara.

Durante su discurso de presentación, Honda afirmó: «Hoy, la cámara enviará un mensaje al gobierno de Japón para que exprese su disculpa oficial, inequí­voca y transparente por el indigno trato dispensado a las mujeres que sufrieron».

El presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores de la cámara, Tom Lantos, se hizo eco de las palabras de Honda y afirmó: «Los hechos están claros, no se puede negar que el ejército imperial de Japón forzó a cientos de miles de mujeres, principalmente chinas y coreanas, a convertirse en esclavas sexuales durante la guerra».

«Las prácticas inhumanas han de ser reconocidas plenamente», indicó Lantos, y añadió que «el mundo espera un reconocimiento í­ntegro de la historia por parte del gobierno de Japón».

Asimismo, algunos legisladores advirtieron de que si Japón no puede mantenerse a la altura de las circunstancias respecto a esta cuestión, la historia «podrí­a repetirse».

Un grupo de analistas subrayó que la aprobación del documento, que habí­a sido desestimado en varias ocasiones por la cámara, ha de atribuirse principalmente al acercamiento equivocado de algunos polí­ticos conservadores de Japón.

El 14 de julio, dos semanas después de que el proyecto recibiera el visto bueno del Comité de Relaciones Exteriores de la cámara, un grupo de legisladores, periodistas y columnistas nipones expusieron un anuncio a toda página en el Washington Post en el que negaban abiertamente que se hubiera dado la práctica de esclavitud sexual.

Dí­as después, el embajador de Japón en Washington remitió una petición a la presidenta de la cámara, Nancy Pelosi, para que desechara el texto, advirtiendo de que su aprobación dañarí­a las relaciones entre los dos estados.

Sin embargo, esta medida alimentó la determinación de los legisladores estadounidenses, y de hecho, algunos que se habí­an mantenido indecisos expresaron su apoyo a la iniciativa.

Al igual que sucede con el Holocausto, es ampliamente reconocido por la comunidad internacional que el sistema de esclavitud sexual impuesto por Japón durante el periodo bélico constituye uno de los crí­menes de guerra más abominables que han existido.

Muchos historiadores coinciden en que es, junto con el Holocausto, uno de los dos crí­menes más graves cometidos por el fascismo durante la guerra.

Sin embargo, muchos polí­ticos japoneses no dan muestra alguna de querer reconocer la responsabilidad del paí­s por los deleznables actos de su ejército y no cuentan con el valor de enfrentarse al pasado y reconocer que existió dicha brutalidad en el pasado.

Dentro de la cúpula polí­tica del paí­s, numerosas personalides han subrayado los «valores comunes» que Japón comparte con el pueblo estadounidense, pero la falta de unanimidad respecto a las esclavas sexuales pone de manifiesto que respecto a algunos » valores» existe una diferencia insalvable.

En un mundo en el que nadie puede negar que el sistema de esclavitud sexual constituye un grave crimen contra la humanidad, los actos y palabras de algunas personas en Japón parecen proceder de otro planeta.

La resolución de la Cámara de Representantes estadounidense no hace más que validar el hecho de que las esclavas sexuales existieron y de que el mundo está esperando en la actualidad que Japón elija la opción adecuada. Tokio debe enfrentarse a la realidad y aceptar la responsabilidad por los crí­menes cometidos, y cuanto antes, mejor.