Jakob Rosenfeld, el judí­o general de Mao



Un judí­o austriaco que fue general de Mao Tse Tung protagoniza una exposición que rinde homenaje en Viena al singular destino de Jakob Rosenfeld, un médico de esta capital que fue un héroe de la revolución china después de huir de los nazis.

Menos conocido que su colega canadiense Norman Bethune, célebre por un ensayo que Mao declaró de lectura obligatoria, Rosenfeld -llamado «general Luo»-, fue el único del puñado de voluntarios extranjeros incorporado a las tropas revolucionarias que ascendió a sus más altas funciones jerárquicas.

«Llegó a ministro de Sanidad del Gobierno de las tropas combatientes, en 1947», precisa el sinólogo austriaco Gerd Kaminski, comisario de esta exposición presentada hasta el 14 de enero en el Museo Judí­o de Viena en el marco del Año de China en Austria.

Nada parecí­a predestinar a ese joven y reputado ginecólogo vienés a convertirse en el «Buda salvador» del joven Ejército Rojo chino.

A diferencia de Bethune, un comunista militante que siguió a Mao por convicción en 1938, Rosenfeld era simpatizante de los socialistas pero «aspiraba a una vida cómoda entre su consultorio y las salidas a la ópera», subraya Kaminski, autor de un libro sobre el médico judí­o.

Nacido en 1902 en Lemberg (actual Lviv ucraniana), hijo de un suboficial del ejército austro-húngaro, Rosenfeld ve cómo su destino se transforma cuando Austria es incorporada (Anschluss) a la Alemania nazi en 1938.

Es enviado a Dachau y luego a Buchenwald, pero es liberado en 1939 a condición de que abandone el Reich en un plazo de dos semanas.

«La única posibilidad era embarcar rumbo a Shanghai, donde no pedí­an ningún visado para entrar en la concesión internacional», recuerda Kaminski.

Esta ciudad, que poco después fue llamada «la pequeña Viena», albergó durante la Segunda Guerra Mundial a unos 25 mil refugiados judí­os europeos y Rosenfeld abrió una consulta rápidamente.

Sin embargo, un encuentro con un agente de propaganda del Komintern y las vejaciones infligidas a los chinos por el ejército japonés de ocupación lo llevaron a incorporarse al «Nuevo Cuarto Ejército» de Mao en 1941.

La continuación forma parte de la leyenda. Rosenfeld trabaja como médico en el frente, donde opera sin descanso a la luz de linternas, mejora las condiciones higiénicas y forma a la medicina moderna a decenas de facultativos chinos.

Ascendido a general e integrado en el Comité Central, Rosenfeld se hace amigo de Liu Shaogi y Chen Yi, futuros presidente y ministro de Relaciones Exteriores, «pero nunca estuvo cerca del propio Mao», según Kamiski.

A la caí­da del nazismo, el «general Luo» permanece en China, participa en la caí­da de Pekí­n antes de decidirse a regresar a Viena en 1949. Encuentra una ciudad devastada, marcada aún por el antisemitismo, a la cual no logra adaptarse, y su familia ha sido exterminada, según cuenta en su diario.

Rosenfeld intenta volver a China en 1950, pero como no dispone de visado decide emigrar a Israel, donde muere en 1952 ví­ctima de una deficiencia cardiaca. «Con la instalación del nuevo poder y el comienzo de la Guerra de Corea, los extranjeros ya no eran bienvenidos en China», explica Kaminski.

Caí­do en el olvido con la desgracia de Liu Shaogi y Chen Yi durante la Revolución Cultural, Rosenfeld es rehabilitado progresivamente a la muerte de Mao, antes de recuperar su talla de héroe estos últimos años, gracias sobre todo al compromiso del sinólogo austriaco.

«Hoy tiene su estatua, su hospital, y el Museo Histórico de Pekí­n le ha consagrado una exposición de 800m2 inaugurada por el presidente Hu Jintao», se alegra Kaminski.