La decisión de Jacques Chirac, jefe de Estado francés desde 1995, de no participar en las presidenciales de abril no ha significado que brinde su apoyo al candidato de su partido, Nicolas Sarkozy, al que el mandatario ignoró por completo en su discurso de adiós ayer.
«Ya tendré ocasión de expresar mis opciones personales de cara a los plazos electorales», se limitó a declarar el presidente, cuando anunció oficialmente que no luchará por un tercer mandato.
Minimizando este incómodo silencio de Chirac, los allegados de Sarkozy garantizaron el lunes que el apoyo del jefe de Estado está asegurado ya que los dos políticos «han hablado mucho» en estos días.
El candidato conservador, quien durante meses aseguró que encarnaría una ruptura con respecto a sus predecesores, no pidió en un principio el apoyo del jefe de Estado, pero desde hace semanas ha dado a entender que espera una especie de bendición de la parte del mandatario.
«Sin heredero y a menudo herido por los incesantes arañazos de Sarkozy, Chirac no siente hacia él ningún deber y ninguna obligación moral y política», opinó el politólogo Antoine Guiral el lunes en las páginas del diario Liberation.
Sin nada que perder después de su decisión de abandonar la presidencia francesa en mayo, el jefe de Estado no correrá el riesgo de provocar una derrota de su familia política, según sus colaboradores, pero podría limitar su apoyo a lo mínimo indispensable o ser simplemente un espectador de la campaña, que en ocasiones ha calificado de mediocre.
El lunes, con el apoyo otorgado a Sarkozy por el primer ministro Dominique de Villepin, el presidente francés se convirtió, junto con el ministro de la Cohesión Social, Jean Louis Borloo, en el único gran político de la derecha francesa que todavía no ha elegido su campo.
«Hoy estoy con Nicolas Sarkozy para defender los ideales de nuestra familia política. Estuvimos juntos en el gobierno y estaremos juntos en esta batalla», garantizó Villepin.
Según un sondeo publicado el lunes, Sarkozy derrotaría a la líder socialista Ségolí¨ne Royal por 52% de los votos frente a 48% si la segunda vuelta de los comicios se celebrara en este momento.
Sin embargo, en la primera vuelta, el candidato conservador conseguiría un 27% de los sufragios, es decir un 4% menos que hace algunas semanas, seguido muy de cerca por Royal y también por el centrista Franí§ois Bayrou, cuyo inesperado empuje en los sondeos «estaría divirtiendo mucho» a Chirac, según la prensa de izquierda francesa.
«Hemos tenido desacuerdos, nunca lo he ocultado, y ha habido enfrentamientos, pero en el fondo, cuando observo su vida, tal vez tengamos puntos comunes», declaró Sarkozy, quien este lunes aseguró sin embargo que no se considera «heredero» del presidente.
El candidato y ministro de Interior cayó en desgracia a ojos de Chirac cuando en 1995 decidió apoyar a Edouard Balladur en las presidenciales en las que el actual jefe de Estado fue elegido por primera vez.
Desde entonces, Sarkozy no ha logrado merecer de nuevo la confianza del presidente, quien, reconociendo su valía, le incluyó en su gobierno pero no cesó de marcar sus diferencias con él y le llamó al orden en varias ocasiones.
Para los responsables de la oposición socialista, cuando Chirac se refirió en su discurso del domingo al «veneno» que representan los extremismos, no sólo se refería a la ultraderecha representada por el Frente Nacional, sino también a Sarkozy.
«No hay ninguna duda de que estaba hablando también a Sarkozy», aseguró el primer secretario socialista, Franí§ois Hollande, opinando que Chirac «sabe de qué es capaz» su ministro «y siente miedo».
Según el portavoz de Royal, Arnaud Montebourg, el presidente condenó en su intervención «la alianza que Sarkozy intenta construir con la familia de Jean Marie Le Pen», presidente del Frente Nacional.
Dentro de Francia, incluso los adversarios de Chirac subrayaron la «dignidad» de su discurso de adiós, que fue tibiamente recibido en el extranjero, sobre todo en la prensa anglosajona, siempre muy crítica con el mandatario francés.