Jacobo Árbenz Guzmán


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Varias instituciones académicas se han organizado para celebrar el centenario del Presidente de la Dignidad Nacional: Jacobo Árbenz Guzmán, quien electo democráticamente, en 1951, fuera obligado a renunciar en 1954, en una acción conjunta entre el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica y la oligarquía guatemalteca, que vio en su gestión amenazados sus intereses económicos, lo que llevó al país a una lucha interna e interminable,

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POR RAÚL HERNÁNDEZ CHACÓN

A pesar de varios intentos, particularmente los Acuerdos de Paz, firmados en 1996, después de un enfrentamiento armado que duró 36 años y dejó más de 200 mil muertos, un millón de huérfanos,  miles de viudas, más de un millón de desplazados internos y externos.

Hoy sólo son recuerdos de paz. Las causas estructurales permanecen intactas y la pobreza, la miseria, la injusticia social y el acceso a una vida digna, sigue imposible para la mayoría de la población guatemalteca.  Es fundamental reconocer lo valioso de esta iniciativa de conmemorar el centenario del nacimiento de Jacobo Árbenz Guzmán, por tres razones: primero: porque de esa forma se reivindica la labor desarrollada por este personaje de la Historia guatemalteca, tantas veces tergiversada por la “historia oficial”, que anuló el proceso político, quizá el más valioso, de la trágica experiencia democrática de este país: “la década de la primavera”, en el país de la eterna tiranía, en palabras que le atribuyen “al verbo de la revolución”, Manuel Galich y otros a Luis Cardoza y Aragón, una de las plumas más connotadas de la literatura guatemalteca, es decir, de la revolución de 1944-1954, cuya impronta marcó la vida política, económica y social guatemalteca. Segundo: porque la juventud de hoy, los jóvenes de este siglo XXI, desconocen y por lo tanto no valoran esta gesta histórica en la que Guatemala vivió los mejores años de democracia, justicia social y desarrollo cultural nunca antes visto y aún no superado hoy.  Y tercero: porque, con la mirada al futuro, los postulados de la llamada “revolución frustrada”, que se conmemora cada año el 20 de octubre, aún están vigentes y son motivo de inspiración, -si lo quisieran-, quienes gobiernan y tienen poder de decisión para cambiar el rumbo de las políticas públicas, de reorientar la economía, la educación y la vida social de todos los guatemaltecos sin ninguna discriminación. Si en realidad hay interés por respetar a la persona humana, dignificarla, con mecanismos que busquen el bien común, la solidaridad y el desarrollo pleno e integral de los guatemaltecos.

ANTECEDENTES
Hay abundante bibliografía de especialistas en Historia, Economía, Sociología,  Pedagogía, Filosofía, Literatura, Teatro, en una palabra: Humanistas nacionales e internacionales que estudian el “caso guatemalteco”, en la década de 44 al 54 del siglo pasado. Así como protagonistas que vivieron esa maravillosa experiencia democrática y escribieron sobre ella. Seguimos a estos escritores, que con gran capacidad, objetividad y a veces con vehemencia y  particular sentimiento, reflexionan en torno a este hecho histórico reconocido mundialmente

Por ejemplo, Luis Cardoza y Aragón apunta: “Recordemos que desde la revolución liberal de Justo Rufino Barrios en 1871 Guatemala no había elegido un sólo presidente sin la aprobación de los intereses norteamericanos hasta con la revolución del 20 de octubre de 1944, a Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz.” Del prólogo escrito por Alfonzo Bauer Paiz a la edición de 1994. Guatemala llega al siglo XX, con 44 años de diferencia. El mundo de aquel entonces vivía la más sangrienta guerra mundial. Los países aliados defendían la democracia y la libertad, frente a los países del eje, aquellos con Los Estados Unidos de Norteamérica al frente, y éstos con la Alemania nazi. En ese marco referencial, Guatemala desarrolla su propia lucha con un sólo fin:

Buscar el desarrollo y el progreso, mediante un nuevo régimen democrático, con libertad y justicia social para todos y todas sin ninguna discriminación.

LOS HECHOS DE LA REVOLUCIÓN
El primer gobierno de la revolución estuvo a cargo del profesor y doctor en Filosofía: Juan José Arévalo, que preparó el camino para consolidar ese proceso realmente democrático. Con el segundo gobierno de la revolución a cargo del coronel y ex triunviro Jacobo  Árbenz Guzmán. El Presidente de la Dignidad Nacional. Los tres grandes proyectos de Árbenz fueron: la nacionalización de la empresa eléctrica que era monopolio de los Estados Unidos, la construcción de la carretera al Atlántico, para romper el monopolio de los Ferrocarriles de Centroamérica de los Estados Unidos y la reforma agraria, a través del decreto 900, de gratos recuerdos por su proyección social.  Esta acción benefició a más de 100,000  campesinos. Estos tres proyectos constituyeron su “pecado mortal”. Simona Violetta Yagenova en el documento “Los Maestros y la Revolución, 2006, señala: “Jocobo Árbenz salió victorioso en las elecciones presidenciales efectuadas en noviembre de 1950 con 68% de los votos emitidos. Para la fuerzas conservadoras esto reveló con mayor claridad que por medio de las urnas no podrían recobrar su poder político, intensificando de esta manera su determinación de derrocar la revolución por medio de la fuerza, la difamación y la conspiración.” Se programó y se ejecutó, con el contubernio de los grupos poderosos guatemaltecos, es decir, los propietarios de los medios de producción, la incipiente industria, la banca, el grupo de los terratenientes y algunos intelectuales conservadores de extrema derecha, una propaganda mentirosa, por medio de la cual se le acusó, al gobierno de Árbenz de “comunista”. En aquellos días, en plena guerra fría, cuando el mundo estaba dividido en dos ideologías opuestas radicalmente, este supuesto hecho y la perspectiva de la oligarquía de perder privilegios, particularmente en la empresa bananera, que operaba en el departamento de Izabal, y otros grupos sociales dentro de los cuales destaca la Iglesia Católica, en un pueblo analfabeta, más del 50%,  sin juicio crítico, con el control total de la educación y en un mundo donde los medios de comunicación eran escasos y en muchos departamentos casi nulo, Las condiciones estaban dadas para derrocar al gobierno legítimo e imponer un estado de facto de corte militarista que duró más de 30 años. De 1954 a 1985. 

La década de la primavera, fue un período democrático, en donde hubo mejoras salariales, los profesores fueron dignificados, la creación del Seguro social, el código de trabajo, la ley de reforma agraria, decreto 900, “con la promulgación del decreto 900, la reforma agraria, Árbenz, según expresa Cardoza y Aragón: tocó un cable de alta tensión, el feudalismo y el imperialismo”. Así lo cita Simona Violetta Y. en la obra Los maestros y la Revolución, 2006.  El desarrollo cultural, programas de alfabetización, doble jornada en los establecimientos públicos, atención educativa a los adultos con la creación de la escuela nocturna, la creación de la facultad de Humanidades, la autonomía municipal y de la Universidad de San Carlos, la atención a los indígenas y campesinos, el desarrollo de una nueva Constitución Política, la participación de la mujer, fueron algunos de los logros, muchos de ellos aún vigentes. Otro momento trascendental de la Reforma Educativa lo encontramos en la Revolución de Octubre de 1944, apunta Carlos González Orellana, 2001.” que se propone democratizar la educación. Surge la educación popular, se vitaliza la educación rural, y se da a la educación un contenido científico al servicio de la sociedad, dentro del concepto de «justicia social”.

CONCLUSIONES
El periodo de la revolución guatemalteca de 1944 a 1954 significa la primavera democrática, nunca más desarrollada hasta la fecha. Los gobiernos tanto militares como los civiles hasta el año 2012, en palabras del Licenciado Alfonso Bauer Paiz responden a los interés de los grupos oligarcas, No hay independencia de los tres poderes, basta con observar al Congreso Legislativo al servicio del gobernante de turno. Un poder judicial que no aplica la ley con prontitud. Un poder ejecutivo clientelista y con la corrupción e impunidad,  imperantes. Además entreguistas de nuestro patrimonio, léase las concesiones mineras y la marginación de las poblaciones rurales en la más absoluta miseria, con 54% de desnutrición infantil que horroriza y avergüenza ante la comunidad internacional. Lo sucedido en 1954 en Guatemala, lo plantea así Cardoza y Aragón en su obra “la revolución Guatemalteca” escrita en 1955, recién sucedidos los hechos:  “Las circunstancias explican los hechos, pero ¿pueden justificarlos, aunque sea evidente que los Estados Unidos estaban decididos a destruir la democracia niña de Guatemala? El Presidente Árbenz y su efímero sucesor, el obscuro coronel  Carlos E. Díaz se encontraba frente a una de las intervenciones más cínicas que haya sufrido pueblo alguno de Hispanoamérica. Los detalles tienen tal carácter que para alguien no conocedor del punto a que ha llegado el imperialismo yanqui, podrían parecer increíbles.”.

Al acercarse a la abundante literatura escrita de nuestra experiencia de la década de la democracia, se observa que aquellos principios y objetivos aún son vigentes y marcan el futuro de Guatemala: Los nombres entre otros muchos, de Manuel Galich, Jorge Torriello, Francisco Javier Arana, Raúl Osegueda Palala, Carlos González Orellana, Alfonso Bauer Paiz, María Chinchilla, Luis Cardoza y Aragón, que con su vida y sus escritos hacen posible, para la historia, recordar y proponer para el futuro otra Guatemala, que se merecen todos los guatemaltecos. Un ejemplo se encuentra en la obra de Piero Gleijess, “La Esperanza Rota” 1991: “El ejército había sido desde siempre pieza clave del régimen oligarca guatemalteco. El proyecto de 1944, del que fue parte, lo incluyó en su proceso de modernización democrática. Pero los íntimos vínculos de la institución con el poder, la enraizada tradición oligarca, plegaron el proceso de incertidumbres y contradicciones, con el resultado de la traición militar de 1954.” Y aún más precisa:

“Desde entonces, arrastrado por el mesianismo anticomunista que inyectó la doctrina estadounidense de la Seguridad Nacional, manipulado por camarillas civiles y militares, el ejército reasumiría sus rasgos represivos más nefastos, exacerbados con prácticas de masacres y el genocidio indígena.”

Entre todos los grandes hombres y mujeres sobresale Jacobo Árbenz Guzmán, que se atrevió y soñó con una Guatemala democrática, con justicia social para todos, con una Guatemala moderna en su economía, con apertura al mundo, para ser parte del concierto de los pueblos desarrollados del mundo, convertir a Guatemala de economía semifeudal en un país capitalista moderno, por lo que fue humillado, se les desterró desnudo, después de una prolongada estadía en la embajada de México,  El y su dignísima esposa Doña María Villanova. Al respecto apunta Luis Cardoza y Aragón en “la Revolución Guatemalteca 1955: “Lo acontecido en Guatemala es lo acontecido a otros pueblos de América, episodio de un destino común, de una lucha común. Y ninguna propaganda, por sistemática y poderosa que sea, logra alterar su sencillísima verdad bien enraizada en el pensamiento de todos los hombres medianamente informados de los problemas de América. Nada hubo de extremista en los gobiernos de Arévalo y Árbenz: fueron regímenes de un liberalismo que correspondía  a mediados de nuestro siglo.”  Pero hoy la Historia le reconoce como el único Presidente la dignidad Guatemalteca, que no aceptó el soborno de los Estados Unidos y de los oligarcas de siempre, que tienen a Guatemala sumida en una larga y penosa injusticia social. Con escandalosos índices de pobreza extrema, desnutrición crónica, canasta básica alimenticia fuera del alcance de la mayoría y sin  políticas públicas que mejoren las condiciones de vida de las mayorías, particularmente del área rural y de las áreas marginales urbanas. Cuando el Presidente de la Dignidad Nacional, Jacobo Árbenz Guzmán decreta la reforma agraria, apunta Sergio Tischler en su obra: Guatemala 1944: Crisis y revolución.  “La reforma agraria, como es lógico no se redujo a una mera estrategia económica. El impacto social y político más importante fue la organización del campesinado y la emergencia de una nueva trama de poder en el campo”. 

Al respecto, Eduardo Galeano en Las Venas Abiertas de América Latina, 1971 apunta: “Después no cesó la violencia. Todo a lo largo del tiempo del desprecio y de la cólera inaugurado en 1954, la violencia ha sido y sigue siendo una transpiración natural en Guatemala. Continuaron apareciendo uno cada cinco horas, los cadáveres en los ríos o al borde de los caminos, los rostros sin rasgos, desfigurados por la tortura, que no serán identificados jamás. También continuaron,  y en mayor medida, las matanzas más secretas: los cotidianos genocidios de la miseria.”

Aquí cabe destacar lo que expresa Gleijeses, 1991 ya citado: “Una historia que, a partir de los Acuerdos de Paz, debe pertenecer al pasado pero que solo será cuando se superen las caducas estructuras políticas y sociales que llevaron a la institución –el ejército-, al autoritarismo que enlutó a tanta familia guatemalteca. Y cuando se dignifique a las víctimas de una represión despiadada y aberrante, cuyos responsables permanecen vergonzosamente intocables.” El 27 de junio de 1954, a las 9.00 horas, Jacobo Árbenz pronuncia su discurso de despedida:

“Hablando con una voz que denunciaba su emoción, el Presidente Árbenz se despidió del pueblo Guatemalteco: “Os digo adiós, amigos míos, con amargo dolor, pero firme en mis convicciones”. Renunciaba por quería eliminar  “el pretexto para invasión de nuestro país. Había llegado a su decisión “con los ojos puestos en el bienestar del pueblo”. Y le entregaría el poder a su amigo, Carlos Enrique Díaz, “con la esperanza de salvar las conquistas democráticas de la revolución de octubre…Un gobierno distinto al mío, pero todavía inspirado en nuestra revolución de octubre, es preferible a veinte años de tiranía sangrienta bajo los hombres a quienes Castillo Armas ha traído al país. “La Esperanza Rota. pág. 475

Así se escuchó por la radio TGW y así dio inicio a la época más obscura y trágica guatemalteca.

La Universidad de San Carlos, solicitó a Doña María Villanova de Árbenz el traslado de los restos mortales del Presidente de la Dignidad Nacional, Coronel Jacobo Árbenz Guzmán a Guatemala. En ese acontecimiento histórico, el Doctor Jorge Solares, pronunció un discurso emotivo, que resume la personalidad del Presidente Árbenz. Hace notar que su recreso es simbólico, porque siempre está presente, particularmente en la mente y el corazón, de quienes aspiran a una Guatemala con justicia social para todos, con oportunidades para acceder a una vida digna, mediante servicios adecuados de salud, educación, vivienda, en resumen, una vida que dignifique y se alcance una existencia feliz en el país de eterna primavera. 

En el centenario de su nacimiento, recordar la personalidad del Presidente de la Dignidad Nacional, Jacobo Árbenz Guzmán, es recobrar la esperanza, es reconocer que no todo está perdido y que el futuro es de todos y todas las  guatemaltecas.

“Recordemos que desde la Revolución Liberal de Justo Rufino Barrios en 1871 Guatemala no había elegido un solo presidente sin la aprobación de los intereses norteamericanos hasta con la revolución del 20 de Octubre de 1944, a Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz”
Luis Cardoza y Aragón
Escritor guatemalteco