A propósito de mi artículo de la semana pasada, que lleva como título “Nuestro quetzal espantadoâ€, un buen amigo literato de nombre artístico Godo de Medeiros, a quien le gusta escribir greguerías, que en nuestro medio se han dado en llamar “solecismosâ€, en honor a un fabuloso y genial escritor de textos breves, me ha escrito lo siguiente:
“Edgar, al dinero hay que ponerle las de hule al prado (para que se estire lo más que pueda), pues ya estamos tan pelados y tristes que se nos hace difícil prorrumpir en el escenario económico nacional con una sonora carcajadaâ€.
Y nada más pertinente al respecto de ese tema tan ficticio que se refiere a la posesión monetaria, y al poder adquisitivo de la moneda, que la recientemente realizada Encuesta Nacional de Condiciones de Vida –ENCOVI 2011–.
La ENCOVI ha determinado que para el año 2011 una familia de cinco miembros es pobre si gana menos de Q9,030.93 al año; es decir, un ingreso mensualizado, sin Bono 14, ni aguinaldo, de Q752.58. Ahora bien, el 54 por ciento de los hogares guatemaltecos están incluidos en esta situación.
Y teniendo en cuenta, que según las más actuales estimaciones sobre la canasta básica, se necesita cerca de Q4,300 mensuales para cubrir los satisfactores básicos de sobrevivencia, esto quiere decir que el 54 por ciento de los hogares mantienen una brecha abismal entre lo que perciben de ingresos y las necesidades básicas para cumplir con el requerimiento de una vida digna.
El problema más dramático de la inflación guatemalteca en estos momentos resulta ser que este 54 por ciento de hogares, y otro rango de porcentaje adicional de hogares que está un tanto cerca de esta situación, se han venido corriendo, hacia la compra y adquisición de comida, la cual tiene una dinámica inflacionaria mayor al índice nacional de inflación denotando así lo regresivo de este proceso.
Y es que existe una lógica del sentido común de la sobrevivencia que asevera que a medida que nuestros ingresos se reducen, la proporción de comida es cada vez mayor, y siendo que lo que actualmente se observa es una alta inflación alimentaria, en derivados del maíz, del trigo y de los granos básicos, la situación se complica de una manera impresionante.
El tema resulta ser de amplias reflexiones para nuestros elementos dirigentes, pues la gran masa de dinero que existe en el país es una sola, y la misma tiene que fluir como las corrientes de agua, ya que el agua estancada sólo produce avaros y deformidades que atentan en contra de una sana economía de mercado.
Dígame usted si no sería de gran interés para los fabricantes de refrigeradoras, de estufas de gas y eléctricas y de muebles de todo tipo, que la gran mayoría de familias urbanas de la ciudad capital y del interior pudiesen adquirir cada cierto tiempo alguno de esos preciados bienes del hogar.
Y qué importante sería para la mejora de la productividad de la fuerza de trabajo, que en vez de asistir a las hacinadas y mal diseñadas escuelas públicas, los alumnos pudieran ingresar a entes privados o semiprivados que ofrecieran carreras actualizadas a las nuevas necesidades de la globalización y la competitividad.
La ENCOVI nos señala que en departamentos como en el caso de Sololá, la situación es dramática cubriendo la pobreza al 91.36 por ciento de los hogares, mientras que en otros que se consideran más productivos, como es el caso de Escuintla, los porcentajes llegan incluso al 65 por ciento.