Cuando uno acude a observar la correlación de fuerzas políticas en la región, y viendo hacia el nuevo modelo salvadoreño, en verdad se hace necesario un equilibrio en la puja de poderes: y para muestra un botón.
Cuando tomaron posesión los nuevos diputados y las autoridades del Ejecutivo, el Ministro de Finanzas abridor retomó las iniciativas de una tímida reforma tributaria, diseñada y negociada, sin éxito, por el gobierno pasado. El entusiasmo del momento, y cierta “visión estatal” que se impone como una aureola en las semanas siguientes a la victoria, motivaron al Ejecutivo a enviar al Congreso para su aprobación la que fue considerada como “la mejor herencia del cacareado Pacto Fiscal”.
Lo que se llamó “Actualización Tributaria”, luego de diversos cambios propios de un gobierno de derecha, principalmente financiado por hombres de negocios y proveedores del Estado, hizo diversas modificaciones, aprovechando la oscuridad del punto, y nos cargó a la clase media, a los trabajadores en situación de dependencia y a los pequeños y medianos empresarios el ajuste fiscal.
El gran sector corporativo salió bien parado, incluso se le bajó la tasa marginal de tributación y si bien se apretaron las clásicas deducciones que siempre son objeto de manipulación, se dieron otras dádivas, como fue la relativa a un tratamiento más que favorable sobre los dividendos que reciben las pocas familias dueñas de verdaderos monopolios corporativos.
Pero no faltaron los tramitadores legales de siempre, y los representantes de los altos intereses del dinero, que han ido liderando otras conquistas, con el objetivo de desmantelar la tímida “Actualización Tributaria”, y nada más propicio que litigar bajo el manto de una Corte de Constitucionalidad complaciente, comandada por altos jueces como Molina Barreto y Maldonado Aguirre, a quienes conocemos de sobremanera por sus resoluciones sesgadas y pronegocios.
Y por si ello fuera poco, el Ministro de Economía actual, conjuntamente con sus tanques de pensamiento de asesores, que todos también conocemos muy bien, plantea una iniciativa de ley, conocida como 4,644, que está destinada a la protección de lo que don Alfredo Guerra Borges llamaría “Infantes viejos”, que chupan cuba libre con biberón, y que son incapaces de competir sin exenciones fiscales.
No queremos en esta columna hablar de temas técnicos como: regímenes preferenciales, zonas de libre comercio, zonas francas, sacrificios fiscales y otros términos sobre los que la Facultad de Ciencias Económicas y el propio Colegio de Economistas debieran pronunciarse.
Nuestro objetivo es demostrar aquí que si los guatemaltecos siguen votando con ese patrón, hacia gobiernos y partidos del mismo corte, sin buscar equilibrios más consecuentes y vinculados con los derroteros de las grandes mayorías poblacionales, seguiremos teniendo esos escándalos y el protagonismo de verdaderos personajes de pacotilla.
Pareciera ser así que el financiamiento a los partidos políticos es algo que nos tiene capturados, porque de lo contrario no podríamos comprender el porqué la propia bancada de la Unidad Nacional de la Esperanza está acuerpando semejante iniciativa 4,644. De todos modos, lo que sí podemos concluir, a estas alturas del partido es que, la propia y secular crisis de las finanzas públicas demostrará a estos protagonistas del mediocre escenario de turno que: es imposible dar cuba libre con pacha a obsoletos empresarios, y al mismo tiempo cumplir con un plan de gobierno.