Cuando Ramiro De León Carpio ejercía la Presidencia, por razones de mi trabajo tenía reuniones relativamente frecuentes con él para conversar y/o analizar algunos aspectos relevantes sobre problemas cotidianos que se presentaban. Ramiro tenía una peculiar forma de mostrar su inconformidad o bien su desacuerdo con algunos de mis puntos de vista y todo lo centraba en una simple frase: «Â¿y entonces?…»
Debido a muchos años de amistad inmediatamente interpretaba y traducía esa lapidaria frase, ya sea como el requerimiento de una mayor explicación, la consolidación más profunda de mis argumentos, la propuesta de otras alternativas, la presentación de una solución diferente, etcétera, dependiendo del tema que tratábamos. Su frase, que iba acompañada de una sonrisa, significaba inicialmente una desaprobación que, afortunadamente, casi siempre se desvanecía.
Viene esto a colación porque pese a que ya he transitado en campos diferentes en lo político, lo jurídico, lo periodístico y otros, hay cosas que ya no me asombran. pero que no dejan de molestarme por su contradicción profunda con valores éticos y morales que creo deben ser permanentes y no de ocasión, como ocurre en el sistema político nacional y que desvirtúa la función de quienes ocupan nuevos espacios en esa misma dimensión política. Como muchos, pienso que debe haber una consecuencia entre lo que se dice y lo que se hace, pero aquí las cosas siguen al revés o igual que antes y crecen los antivalores y mueren los valores que se pregonan.
Es por ello, que como Ramiro, yo me pregunté: «Â¿y entonces?… En efecto, recordemos que poco antes de efectuarse la segunda vuelta electoral, algunos grupos apoyaron a Manuel Baldizón y otros a Otto Pérez. Fue así como en concurrida rueda de prensa, observamos a Harold Caballeros, pastor evangélico, quien proclama a gritos casi mesiánicos, los valores del ser humano y manifestó que apoyaba al general Pérez (con los raquíticos votos que obtuvo, que incluso no eran endosables), insistiendo con una fuerza digna de mejor causa que NO BUSCABA TENER UN CARGO PUBLICO E INCLUSO MANIFESTí“ QUE SU íšNICA AMBICIí“N SERíA QUE DENTRO DE LOS PROGRAMAS SOCIALES DEL NUEVO GOBIERNO SE INCLUYERA SU FAMOSA SUPERTORTILLA PARA COMBATIR LA DESNUTRICIí“N. Lo dijo una y otra vez, con entusiasmo, con aparente buena fe.
Pero ¿qué pasó? Que este pastor y excandidato aceptó con los ojos cerrados el jugoso hueso de Ministro de Relaciones Exteriores, quien junto con el de Gobernación disponen de fondos «discrecionales» para gastarlos sin dar cuenta de su uso. Una persona a quien quiero mucho y que profesa fanáticamente la religión evangélica me decía que uno de los pecados más abominables para el Señor es la mentira, por lo que este futuro funcionario arderá en las llamas del infierno, pienso yo, a menos que desde la sede de su Ministerio en la zona 10 elabore su tortilla mágica la cual parece haber olvidado. ¿Y entonces?
Otro caso similar fue el de la señora Adela Camacho de Torrebiarte que también brindó su «respaldo TOTAL Y ABSOLUTAMENTE DESINTERESADO», según dijo, de los escasísimos votos que obtuvo, al ahora presidente electo, advirtiendo reiteradamente como su colega Caballeros que ese respaldo iba sin ningún interés, pero aun así ya recibió su «nombramiento» de nueva comisionada para la reforma policial. Ambos excandidatos, como buenos «políticos chapines», dicen una cosa pero hacen otra. Es decir no son congruentes entre su palabra y pensamiento y su acción. Y que no me vengan con que se les designó por sus «capacidades», porque creo que para ambos cargos el nuevo presidente debe tener mejores prospectos, sin tener que pagar facturas, que en honor a la verdad, no se deben, pues no creo que ambos excandidatos hayan aportado siquiera una mínima cantidad de votos que el general Pérez Molina, por una simple lógica matemática, no los necesitaba.
Pero la cosa no para allí. Se acuerdan ustedes como el Partido Patriota, en el Congreso, le hizo la vida imposible al gobierno al resistirse a aprobar más endeudamiento, el presupuesto y otras medidas financieras que las cuestionaron con inusitado entusiasmo y valentía (en ese entonces, cuando eran oposición).
Pero sucede que ahora que están a punto de darle la primer mordida a la guayaba, el presidente electo nos dice que la deuda de más de NOVENTA Y DOS MIL MILLONES DE QUETZALES QUE TENEMOS ES «MANEJABLE» y raudos y veloces empujan la aprobación del primer presupuesto de su gobierno por la módica suma de casi 60 MIL MILLONES DE QUETZALES, de los cuales tienen que pagarse Q8,3000 millones en concepto de deuda, siendo, por la mayor parte en concepto de intereses, que como cualquier banco, es lo primero que nuestros prestamistas se cobran. El abono a capital vendrá poquito a poco, conforme San Juan vaya bajando el dedo.
De todas maneras para todos y todas (como se estila ahora), ahí les va un consejo del poeta y dramaturgo francés Pierre Corneille dicho hace casi 400 años: «Hay que tener buena memoria después de haber mentido»
UNA MANCHA MíS AL TIGRE. Prensa Libre divulgó una «sobrevaloración» en el precio del papel empleado por el Tribunal Supremo Electoral por aproximadamente Q10.5 millones acudiendo a una gí¼izachada provocada por ese mismo Tribunal con el atraso negligente ¿o doloso?, en las labores electorales a fin de adquirir bienes sin necesidad de licitar o cotizar. Lo importante es averiguar a quién o quiénes le quedaron untadas las manos con esta sobrevaloración y meterlos al bote por corruptos, aunque algunos dirán: «Una mancha más al tigre ni se nota».