¡Vanidad de vanidades!, dijo el Predicador


Eduardo_Villatoro

Apreciables lectores, ¿se recuerdan del nombre del primer ministro de Economía del Gobierno anterior? ¿Del segundo que fungió de titular en la cartera de Trabajo?  Si se acuerdan de sus nombres es por alguna razón muy específica, porque la generalidad de los guatemaltecos no retienen en su memoria los apelativos de individuos que no son de su entorno familiar, social o laboral muy cercano.

Eduardo Villatoro


Pero estos sujetos, cuando ocupaban esos cargos, como otros muchos que fueron funcionarios de postín durante el régimen pasado y aun los que desteñidamente ocuparon efímeramente plazas en el actual Gobierno, solían  pavonearse públicamente, como siempre ha ocurrido en todos los períodos presidenciales; pero como no realizaron tareas extraordinarias que pudieran trascender más allá de pocos días, su mediocridad se ha encargado de sepultar sus nombres en el olvido.

Como todavía no me he repuesto de mi semana de holganza, ayer me propuse hacer un frívolo ejercicio entre parientes y amistades, en el sentido de solicitarles que me dijeran el nombre de un colaborador del presidente Álvaro Colom, que era su portavoz. Yo presumía que cualquiera tendría en la punta de la lengua el apelativo del aludido; pero ni yo me acordé, pese al trabajo al que me dedico.

Me refiero al que fuera Secretario de Comunicación Social de la Presidencia, de cuyo nombre no se recordó ninguno de los 12 “encuestados”, aunque uno me dijo que no sería extraño que, como varios de sus antecesores, haya establecido una pomposa empresa de publicidad u otro negocio similar, producto de sus “ahorros”.

Nadie de los consultados sabe quién fue el exsecretario general de la UNE que ahora es un anónimo diputado tránsfuga del montón, pues ni siquiera se le recuerda por algún clavo escandaloso, excepto los señalamientos de corrupción en su paso por el extinto Fonapaz; o como el bochorno que protagonizó un exministro de Salud que salió huyendo de los reporteros en los pasillos del Congreso, pero nadie se recordó de su apelativo.

Decenas de funcionarios pasaron al olvido, y si acaso se les recuerda no es, precisamente, por sus actuaciones de admirable eficiencia, probidad administrativa, integridad, humildad personal y otras virtudes, sino por su arrogancia, deshonestidad, incapacidad y desvergüenza.

Por lo visto, políticos del Partido Patriota y sus allegados que ejercen cargos públicos no han echado pan en su matate, puesto que son incapaces de percatarse de que el poder, por ostentoso que se imaginen, simplemente es transitorio y a menudo apestoso de múltiples transas, y de esa cuenta es que en cualquier momento retornarán a su vida ordinaria, ya sin el oropel de vana y soberbia notoriedad.

Y adicionalmente, repudiados por los que fueron sus amigos antes de que asumieran los cargos, y despreciados por los que les sucedieron en diversos rangos de la burocracia y la misma Prensa.

¡Ah, vanidad de vanidades!

(El crédulo Romualdo Tishudo leyó hoy en un diario:-Entre los sucesos de Semana Santa, se incluye un accidente de tránsito ocurrido en la autopista de Palín en el que murieron dos personas y un exalto funcionario público).