¿Tiempo de propuestas?


Edgar-Balsells

Entrevistado el candidato ganador, Pérez Molina, al saberse los resultados de la primera vuelta aseveró que su plataforma de segundo aire de campaña estarí­a centrada en tres ejes básicos: seguridad, empleo e inclusión social. Asimismo, en un tono conciliador, el segundo lugar, Manuel Baldizón asevera en sus primeros comunicados que “la lucha apenas comienza”, e invita a “unirse a una nueva cruzada para caminar hacia adelante”, resaltando “su proyecto para salvar al pueblo”.

Edgar Balsells

 


Pareciera entonces ser  tiempo de ponernos serios, dejando por un lado a las cheerleaders, las cancioncitas vací­as,  los publicistas de pacotilla, y ponernos a exigir qué ofrecen en verdad los dirigentes de un paí­s que debiera ya ser lí­der regional en múltiples aristas.
 La gente quiere comer los tres tiempos, salir a la calle y transportase en un sistema  decente, y que se le trate con dignidad en los productos y servicios que vende o en los lugares donde labora, y que no se le agarre de babosa cada cuatro años, satisfaciendo los deseos megalómanos de “lobos con piel de oveja”.
Hoy los incontables analistas polí­ticos se devanan en temas seculares como el del clientelismo y los cacicazgos, la ingobernabilidad del Congreso y el aldeanismo de las contiendas edilicias, que en muchos lugares más bien parecen votaciones de reinas de pueblo. Todo eso ya lo sabemos, pero es harta obligación de los polí­ticos hacerle frente a los grandes problemas y riesgos colectivos. Y es harta la obligación de los analistas de cualquier arena de discusión, dirigirse hacia temas serios y concretos y no mera poesí­a pública discursiva.
Estamos entrando ya a la última quincena del mes de septiembre y aún el Congreso de la República no ha podido activar una agenda viable, ni siquiera para darle cauce a los recursos financieros presupuestados mediante una ley aprobada en noviembre del año pasado.
Asimismo, se encuentra entrampada la Ley Antievasión, y leyes de gran importancia para la búsqueda del empleo como lo son la  de competencia de mercados, una nueva ley que regule los fideicomisos públicos y disposiciones normativas y legales que limiten el abuso de ONGs de cartón, como ejecutoras de compromisos estatales.
Y como si ello fuera poco, los agricultores del paí­s continúan, por años, esperando la tan ansiada asistencia técnica, los créditos blandos y los fondos de garantí­a, y de paso el paí­s está urgido de una polí­tica industrial y tecnológica que relance  los procesos de enseñanza-aprendizaje de recursos humanos, que empiezan desde el sistema escolar público, pasando por el aún mediocre sistema de colegios privados, y no digamos la renovación integral y educativa de la Universidad de San Carlos de Guatemala y del sistema de universidades privadas.
Y de la salud, mejor ni hablemos. Al igual que en todos los paí­ses componentes del mundo civilizado y desarrollado, Guatemala está urgida de un proceso de atención al ciudadano, que ha dado muchas vueltas dentro de las esferas estatales, comenzando en los ochenta por un esquema de descentralización e incorporación de fuentes privadas hasta el actual basado en una salud gratuita de pésima calidad. Veremos entonces si hay cabeza y corazón, y además inteligencia y verdaderos proyectos encaminados a “salvar al pueblo”.