Con dos primeros partidos mediocres y la consecuente avalancha de críticas, el campeón Italia, insiste en asumir la divisa «sola contra todos», la víspera de su duelo decisivo del jueves para llegar a octavos en el Mundial de Sudáfrica, ante Eslovaquia en Johannesburgo.
El lunes, tras el empate inesperado y decepcionante frente a Nueva Zelanda (1-1) en el Grupo F, el seleccionador «azzurro» Marcello Lippi, hasta entonces calmo y afable con la prensa, apareció por primera vez impaciente y algo nervioso.
Las preguntas trataron sobre la debilitada defensa, los delanteros que no anotan o la ausencia de un armador de juego. Lippi respondió a todo algo desganado, las verdaderas explicaciones las reserva estrictamente para su equipo, el «sacrosanto grupo».
«Las críticas comienzan a volverse duras en Italia», le subrayan al míster. «Realmente, no tengo nada que hacer», retruca.
«No tienen que sorprenderse si, de un momento a otro, los resultados se dan», advierte.
El director técnico decidió utilizar una vieja táctica: «todo el mundo está contra el equipo, pero no importa puesto que esto precisamente le permitirá ser más fuerte y sólido».
La prensa italiana es crítica sobre el desempeño del campeon del mundo, pero aún está muy lejos de utilizar toda «la artillería pesada», como ocurrió, por ejemplo, en la primera ronda de la Eurocopa-2008.
«Yo les digo a los jugadores que no caigan en las trampas tendidas desde el exterior. Les digo que lo que cuenta es lo que hablemos entre nosotros, en el medio de la cancha, lejos de todo. Incluso, fuera de los vestuarios, porque en éstos a veces las paredes tienen orejas», subrayó.
«Las trampas son las que ponen ustedes, porque cuando le dicen a un jugador «que Lippi ha dicho esto o esto otro», ésas son trampas para ratones», dedicó a los periodistas.
El martes, fue uno de los fieles al entrenador, Gianluca Zambrotta, quien enfrentó a la prensa.
El defensa tiene experiencia y, por lo tanto, no cae en las trampas. De esta manera, su discurso se vuelve idéntico al de Lippi, y cada pregunta concreta es esquivada con un perfecto lenguaje estereotipado, que incluye palabras como «confianza», «positivo», «motivado»…
De esta manera, Lippi quiere recrear el ambiente de la «Squadra azzurra» en el Mundial de España-1982.
Después de decir que esperaba encontrar un «nuevo Paolo Rossi», el héroe en los últimos partidos de aquella Copa del mundo, pone a sus jugadores contra la prensa: hace 28 años atrás los informes (periodísticos) se volvieron tan malos respecto a la selección, que, incluso, los jugadores ya no le hablaron a los medios.