Los partidos políticos israelíes se preparaban hoy a ir a elecciones anticipadas antes de que termine el año, en un clima de fin de reino para el primer ministro, Ehud Olmert, acusado de corrupción y desconsiderado ante la opinión pública.
La guerra de sucesión ya se inició en el seno de su proprio partido, el Kadima (centrista), donde varios dirigentes abogaron a favor de elecciones primarias en los próximos meses para designar un nuevo líder en su reemplazo.
La batalla opone principalmente a la canciller, Tzipi Livni, quien goza de un amplio prestigio en la opinión pública pero carece de apoyo en el seno del partido, y al ministro de transportes, Shaoul Mofaz, apoyado por Olmert, de cariz netamente derechista.
Livni, considerada como una figura moderada en el seno de Kadima, desafió abiertamente al Primer Ministro al acusarlo de haber violado las «normas éticas» que deben respetar, según ella, los responsables políticos y al pedir la celebración de primarias en el partido.
Por su parte Mofaz, ex jefe de Estado Mayor, acusó a su rival de «meterse en combinaciones» para derrocar al Primer Ministro coordinando sus acciones por lo bajo con el Partido laborista.
Por ahora, sin embargo, el Primer Ministro no expresó la menor intención de tirar la toalla. Desmintió las malversaciones y se niega a abandonar sus funciones hasta que no se haya presentado contra él un acto de acusación en debida forma.
Como si no pasara nada, tiene previsto viajar la próxima semana a Estados Unidos, respondiendo a una invitación del lobby pro-israelí de Washington. Una visita que la prensa de su país calificó irónicamente de «viaje de despedida».
«A Olmert lo alcanzó su pasado y es responsable de lo que le pasa. La posibilidad de que se mantenga en el poder es prácticamente nula», afirmó hoy el diario Yediot Aharonot.
Dentro de esta neblina política parece haber una única cosa segura según los sondeos: la victoria de la derecha, dirigida por el jefe del partido Likud y ex Primer ministro, Benjamin Netanyahu, en caso de elecciones anticipadas.
Según un estudio publicado hoy por el diario Maariv, el Likud casi triplicaría su peso parlamentario obteniendo 30 de los 120 escaños y podría formar una coalición de 64 a 70 diputados.
Netanyahu reafirmó ayer durante una reunión pública su oposición a una retirada de Israel de la meseta del Golán que negocia indirectamente el gobierno de Olmert con Siria, bajo los auspicios de Turquía.
«Las elecciones permitirán al pueblo decir «no» a la retirada del Golán», declaró Netanyahu durante un mitin de apoyo a los colonos de esta región.
El partido Kadima creado por el ex Primer ministro Ariel Sharon a finales de 2005 para las elecciones legislativas de 2006, no tiene previsto en sus estatutos ningún mecanismo para elejir a su jefe o destituirlo.
Olmert recibió un duro golpe el miércoles cuando Ehud Barak, ministro de Defensa y líder del Partido Laborista, le invitó a dimitir y advirtió que si no lo hace su partido podría provocar una disolución del Parlamento y elecciones anticipadas.
Barak lanzó su bomba política un día después del testimonio abrumador del empresario judío estadounidense Morris Talansky.
Conmocionando a la clase política y a la opinión pública, Talansky afirmó bajo juramento haber pagado en 15 años cerca de 150 mil dólares en efectivo a Olmert para, según dijo, financiar campañas electorales y vacaciones a todo lujo.
Según un sondeo publicado ayer, el 70% de los israelíes considera que Olmert debería dimitir y el 62% se declara favorable a elecciones anticipadas.
La ministra israelí de Relaciones Exteriores, Tzipi Livni, que empuja al primer ministro Ehud Olmert hacia la salida, es percibida en Israel como una mujer íntegra y moderada, pero carece de un apoyo unámime en las filas de su partido.
Número dos del gobierno israelí, Livni, de 49 años, pidió ayer la organización de primarias en el seno de su partido, Kadima, con vistas a unas elecciones anticipadas y con la esperanza de suceder a Olmert, sumido en un escándalo de corrupción.
«Tras semanas de un silencio elocuente, Livni entró en acción para quitar de en medio a Olmert», escribía hoy el diario de gran tiraje Yedioth Aharonoth.
Contrariamente a Olmert, Tzipi Livni nunca ha tenido problemas con la justicia.
Y, según un sondeo publicado por ese diario, es la favorita de los partidarios de Kadima, el 39% de los cuales querría verla a las riendas del partido, contra el 25% para su principal adversario, el ministro de Transportes Shaul Mofaz.
Pero esta abogada, de aspecto siempre impecable y catapultada a la cima de su partido por Ariel Sharon, fundador de Kadima, suscita desconfianza en el seno de su formación.
La aversión entre Livni y Olmert salió a la luz en 2007, cuando se declaró a favor de la dimisión del primer ministro tras la publicación de un informe sobre los errores de la guerra de 2006 en Líbano.
Su amistad con la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, despierta también las sospechas de los halcones del Kadima, que la consideran demasiado moderada en cuanto a la cuestión palestina.
Anteriormente partidaria de un Gran Israel que incluyera a los territorios palestinos, bajo la influencia de Sharon, Livni se rindió a la evidencia de que el único modo para Israel de preservar su carácter judío y democrático es renunciar al menos a una parte de los territorios ocupados desde 1967.
Esta mujer elegante proviene de una familia de la derecha ultranacionalista, pero eso no le impidió figurar entre los fundadores de Kadima.
Tras el derrame cerebral de Sharon, en enero de 2006, se unió a Olmert, que la designó jefa de la diplomacia y la convirtió así en la mujer más poderosa del Estado hebreo.
Madre de dos niños, residente de Tel Aviv, trabajó para el Mossad (1980-84) como experta en derecho comercial, y tuvo una carrera política meteórica desde su entrada a la Kneset, el Parlamento israelí, en 1999.
Hija de un ex jefe de operaciones del Irgún, la célebre organización armada clandestina judía, ocupó varios puestos ministeriales, entre ellos el de Justicia, el de Agricultura e Inmigración.