¿Son en realidad los impuestos el problema?


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Existe en el mundo un debate acerca de cómo hacer crecer la economía de los países y siempre surge la interrogante de si los impuestos son el freno al desarrollo y crecimiento económico o por el contrario, un mecanismo para que más gente pueda tener acceso a más y mejores oportunidades como educación y salud, además de ser el mecanismo que sumado a la reducción del gasto, ayude a disminuir el déficit con el que generalmente operan los países.

Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt


Hay quienes sostienen que se deben reducir los impuestos y dejar que la prosperidad económica de los de arriba salpique a los de abajo y con ello más gente pueda crecer y otros consideran que los que más tienen deben contribuir un poco más y que de esa manera el Estado pueda cumplir su función, además de ofrecerle a nuestra gente que desee superarse oportunidades  que por sí solos no pudieran alcanzar.

En Guatemala todos queremos seguridad, educación de calidad, salud preventiva, justicia pronta y cumplida, prosperidad económica y que a nuestra gente se le enseñe a pescar para que se puedan valer por sí solos en el futuro, pero ¿han sido los impuestos los que nos han negado que el Estado cumpla con lo que le manda la Constitución y que alcancemos esos anhelos que como ciudadanos tenemos?

Mi opinión es que no. He oído muchas veces a quienes comentan que si se cobraran menos impuestos se recaudaría más, pero considero que esa sería una realidad si tuviéramos enraizada la cultura del pago de los mismos. El problema en nuestra Guatemala es que nunca hemos entendido que el pago de impuestos es una obligación necesaria y que los que ordeñan al Estado, la han hecho fácil robándose los mismos haciendo que la motivación por el impago encuentre una excusa “válida” en muchos casos.

Yo soy de la opinión que si queremos cambiar un día Guatemala, los que más tenemos debemos contribuir un poco más y los que menos tienen, en lugar de seguir en la informalidad, deben pasar a formalizarse para tener acceso a oportunidades de desarrollo y eventualmente poder contribuir de acuerdo a sus posibilidades para que los de atrás puedan seguir con las mismas oportunidades.
Por tanto, reitero que a mi juicio no son los impuestos el freno al desarrollo de Guatemala, es la corrupción y es esa misma corrupción que hemos usado de excusa para consolar nuestra moral cuando no hacemos lo que debemos hacer. ¡Igual se los roban!, decimos,  sabiendo que en realidad lo que deberíamos hacer es contribuir como manda la ley y exigir que se detenga el saqueo del Estado.

El correcto pago de impuestos, que de hecho hacen miles de guatemaltecos, debe ser el motor ciudadano para exigir que el Estado cumpla su papel (independientemente de la ideología de cada quien) y el hecho que se roben nuestros tributos la gasolina suficiente para demandar que nuestro dinero se invierta en oportunidades que generen prosperidad del país y no enriquecimiento de unos cuantos pícaros y sinvergüenzas.

Por lo tanto, mientras en Guatemala ni siquiera contemos con una ley fuerte contra la corrupción, los políticos no tienen cara para hablarnos que luchan contra ella, además que debemos reconocer que el que nos digan que están contra la corrupción y que aprobarán la ley, es parte de un doble discurso y de una doble moral.

Y así como quienes reniegan, encuentran en los políticos corruptos su mejor excusa, éstos encuentran en nosotros, en una sociedad que se resiste a jugar su papel, la excusa para ser torcidos, para ser corruptos porque al fin y al cabo saben, que hoy por hoy, no queremos que las cosas cambien y que tal extremo se traduce en nuestra pasividad para pasar a la acción que demande cambios para el desarrollo social y económico del país.
Para que Guatemala prospere económicamente, la corrupción debe dejar de ser el común y máximo denominador y solo lo dejará de ser, si los guatemaltecos fijamos en el combate a ésta, nuestro eje central de lucha ciudadana.