¿Será que pueden ser imparciales los hombres de prensa?


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No deja de ser una osadía abordar este espinoso tema que, a la vez, se presta a lo polémico. Nos apasiona la polémica, pero la polémica de altura.

Es interesante hablar en esta tribuna, caracterizada por la libertad de expresión, ante las personas que, a través de los medios de comunicación, van habitualmente en la riada noticiosa y de lo que opinamos los periodistas y, asimismo, los demás ciudadanos sobre el acontecer nacional e internacional.

Marco Tulio Trejo Paiz


Y viene al caso disparar como al aire una pregunta: ¿Es ético en el periodismo soslayar la imparcialidad? Creemos que la mayoría de lectores dirá que no, rotundamente ¡NO!

Es lógico suponer que los y las periodistas que andan a caza de las perrachicas, y los que externan opiniones en columnas y otros espacios de las tribunas, pueden no honrar a la imparcialidad; y, a propósito, ejemplificando, la objetividad siempre debe ir del brazo con la imparcialidad; mas, lamentablemente, notamos un vacío abismal. Expliquémonos brevemente: Un reportero, por ejemplo, puede pescar cotidianamente en la burocracia, en cualquier partido político, en cualquier otro ente o en la calle, importante información, pero el cazanoticias, al familiarizarse con tales o cuales personas, puede llegar en mal momento, a involucrarse en pecaminosos “intereses creados”, por lo que, si realmente eso ocurre, caerá en la parcialidad; entonces ya no podrá actuar con objetividad ni éticamente. Lo objetivo, empero, no siempre se compagina con la imparcialidad.

Lo que queda dicho acerca del reportero es aplicable, también, en varios aspectos, a quienes, en el campo de la interpretación y de la opinión, expresan su pensamiento.

Las y los periodistas que batallan (o batallamos) bajo las hermosas banderas del incomprendido “Cuarto Poder”, si en realidad respetamos el cártel profesional, debemos actuar con absoluta rectitud; debemos rechazar migajas, el degradante precio del soborno, pues si nos batimos tras las noticias o si damos pábulo a nuestros puntos de vista sobre tal o cual asunto o negocio, debemos ser honestos, rectilíneos, presentar toda la cara de la verdad monda y lironda para no mentir; para no ostentar marbetes de falsos comunicadores que ponen en mal predicamento a la institución de la prensa nacional…

El alquiladizo y tornadizo, el venal que se entrega al mejor postor y el corrupto, no pueden ser imparciales y, por lo regular, ni objetivos, sino simplemente conveniencieros.

Afortunadamente, a pesar de los pesares, la prensa de nuestro país es una de las más prestigiosas de toda la región democrática continental.

Los y las jóvenes que están egresando de las escuelas de ciencias de la comunicación, de diferentes universidades, deben ejercer la profesión con ética, y preferible si prestan sus servicios en los medios de la prensa independiente para no burocratizarse y, obligadamente, ensalzar aun los actos inmorales y atroces de los encumbrados funcionarios que, algunos incluso, otrora segaron preciosas vidas por las críticas que se hacían en medios de comunicación escritos, radiales y televisados.

Nosotros tuvimos oportunidad, en tres períodos gubernamentales, de asumir las funciones de la Secretaría de Relaciones Públicas de la Presidencia, pero declinamos los ofrecimientos que nos hicieron, ya que somos parcos para el elogio, pero no para callar los actos censurables, sobre todo los de que fueron víctimas muchos colegas que se atrevieron con bizarría a comentar diversos hechos de lesa humanidad.

Diremos, francamente, que no aceptamos la bandeja de plata de referencia porque al primer atentado que se perpetrare contra un periodista o una periodista, hubiésemos renunciado, y tal decisión, posiblemente –pensábamos– nos habría provocado alguna imaginable situación indeseable. Mejor optamos por seguir emborronando cuartillas, en el campo de las letras diarias.

En el periodismo podemos llegar lejos con éxito en lo integral, pero también hasta el final rumiando pobreza con dignidad.