Esta reducción presupuestaria no sería nada extraordinario, si no fuera por el hecho que se trata de magnificar la poca o nula voluntad de los partidos políticos en el Congreso de la República, para aprobar varios préstamos externos y dejarlos con la responsabilidad de aprobar esta reducción y así el ejecutivo mostrar que ellos son los culpables de esta situación.
Nada más falso. El gobierno fue irresponsable en aumentar los techos presupuestarios globales en el cuatrienio, sin respaldo en la mejora de los ingresos y buscando favorecer fundamentalmente los programas integrados a Cohesión Social, pero lamentablemente siempre se pretendió afianzar la imagen de la señora Torres, creyendo que con las transferencias presupuestarias de Mi Familia Progresa, las bolsas solidarias y honrar la gratuidad en Salud y Educación, se asegurarían los votos necesarios para apalancar su elección.
Decisiones equivocadas, empecinamientos tortuosos y pretensiones ilusas demuestran que se infló un globo nada más y al pincharse se desmoronó todo el castillo de naipes que se había construido. Ni hablar de la opacidad, ni mencionar la corrupción, ni pretender situar el clientelismo electoral, era la necedad contra la razón, la obcecación versus la objetividad, la falta de escrúpulos a las espaldas del análisis serio y detenido.
El segundo hecho, fue la presentación de la evaluación del Programa de Mi Familia Progresa, por parte de Acción Ciudadana, en donde se demuestra que las transferencias monetarias condicionadas que constituyen el instrumento principal de este programa, no muestran resultados significativos en términos de impactar las condiciones de vida de las personas beneficiadas. Aunque se presentan mayores conclusiones de esta evaluación y no se pretenden detallar en esta nota, si resulta pertinente señalar que resulta lamentable que se haya perdido la esencia de las transferencias monetarias condicionadas, para desviarlas en la búsqueda de una elección, pues se produce una enorme pérdida de oportunidad para amplios sectores de la población que vive en la desigualdad y la pobreza.
Nuevamente, se pierde la posibilidad de construir un programa que fuera más allá de la gestión gubernamental y probablemente un ligero atisbo para un programa de Estado y que buscara incidir en balancear una estructura social que en la actualidad se encuentra caracterizada por la desigualdad, principalmente en la población rural, las mujeres y los pueblos indígenas.
Nada más dramático que ver a un gobierno que hipoteca las posibilidades de muchas personas, con la pretensión principal de impulsar a su candidato, utilizando un programa social que podría haber sido un bastión fundamental para impulsar modificaciones en la estructura de desigualdad de un país, tan necesitado de ello y en un país en donde los diferentes regímenes de gobierno del período democrático se han convertido en equipos modélicos, junto a las élites, que han privilegiado la corrupción, cada uno se ha hundido más en la opacidad y desafortunadamente -algunos más que otros-, han incidido en ampliar y profundizar la impunidad. Si seguimos adelante sin reconocer los errores del presente estaremos condenando el futuro de esta sociedad.