Irrelevante homenaje póstumo del Gobierno


 La tarde del 21 de enero de 1984, mi sobrino ílvaro Zacarí­as Calvo Pérez, estudiante universitario y maestro de escuela, fue violentamente introducido en un vehí­culo tripulado por hombres de las fuerzas de seguridad del Estado, en presencia de su pequeño hijo José Ernesto, a la sazón de 3 años de edad, quien lo acompañaba y vio aterrado cuando le dispararon a su padre, que portaba un par de libros.

Eduardo Villatoro
eduardo@villatoro.com

La mañana de ese dí­a -como lo referí­ en un artí­culo de 2006-, Zacarí­as habí­a estado platicando conmigo. Como todo joven idealista, soñaba con una patria justa, digna y libre de analfabetismo, desnutrición y otras lacras sociales. También me comentaba acerca de su matrimonio con Ana y el futuro de su hijo. Fue en vano. No  lo volvió a ver. Ni sus padres, ílvaro Calvo Mendizábal ( ) y Marta Josefina Pérez de Calvo, ni su esposa, hermanos ni yo con mi familia supimos de su paradero desde entonces.

Durante semanas preguntamos por Zacarí­as, de 26 años, en cárceles y cuarteles y buscamos su cuerpo en la morgue. Cuando nos enterábamos que aparecí­an cadáveres tirados en cualquier lugar, í­bamos a comprobar si se trataba de mi sobrino. Hasta que se agotó el tiempo y el esfuerzo, y así­ pasaron los años, al igual como habí­a ocurrido un lustro atrás con mi primo Mario Chávez Calderón, modesto taxista que desapareció sin dejar rastro.

Uno de los últimos intentos que se hicieron para esclarecer el funesto destino que la dictadura militar de entonces le deparó a Zacarí­as y a otra veintena de muchachos que corrieron la misma suerte, fue en julio de 2006, cuando los familiares más cercanos de los capturados ilegalmente por agentes de la Policí­a Nacional y del Ejército plantearon ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que admitiera una denuncia internacional contra el Estado de Guatemala, por la práctica sistemática de los delitos de desaparición forzada durante la guerra interna y por la posterior denegación de justicia, encubrimiento e impunidad.

Estos recuerdos me agobiaron de nuevo la semana anterior, cuando leí­ un desplegado que el Gobierno publicó en elPeriódico, con el tí­tulo , que se refiere a un documento conocido como Diario Militar, sustraí­do de los archivos secretos de esa institución por una experta en seguridad, de Estados Unidos.

Se incluyen los nombres de 57 guatemaltecos ví­ctimas de la desaparición forzada, entre los cuales mi sobrino, se explica a grandes rasgos cómo operaban las fuerzas represivas del Estado, y se indica que la publicación constituye «un homenaje póstumo» de los desaparecidos. Pero hasta ahí­ no más. ¿Anuncia alguna investigación? No. ¡Qué va!