Ironías de la vida en la política mundial


Oscar-Clemente-Marroquin

Nunca antes ningún candidato presidencial de los Estados Unidos había sido tan solícito, al punto de arrastrarse, como Mitt Romney con la comunidad judía a la que cortejó en una forma que generó abundantes críticas durante su viaje a Israel. Quién le iba a decir que un huracán con nombre judío, Isaac, se encargaría de arruinarle la tarima que cada cuatro años sirve para que los candidatos se catapulten ante la opinión pública en la Convención Nacional del partido que les postula.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


Esta mañana los noticieros de televisión que generalmente abren por estas fechas con el resumen de los discursos y de las partes más emotivas de la convención partidaria dedicaron, por lo menos, los primeros 20 minutos de sus transmisiones para reportar los efectos que el huracán Isaac estaba teniendo al tocar tierra en Nueva Orleans, ciudad que se puso en el centro de la atención mundial cuando el huracán Katrina, nombre muy anglosajón, provocó mortales inundaciones y demostró la incapacidad del gobierno federal de George Bush para reaccionar ante un fenómeno natural totalmente advertido por lo predecible que se vuelven esos meteoros.
 
 Es norma general que cuando un partido realiza su convención en Estados Unidos, el candidato tiene un notable repunte en las encuestas porque el electorado tiene la oportunidad de escuchar su propuesta y la plataforma política que impulsan. En este caso las encuestas no han sido tan favorables y ni siquiera bajo los reflectores de la gran carpa que se armó en Tampa han logrado apabullar a Obama, quien si bien no es un candidato arrollador, todavía tiene que brindar su propio show la semana próxima cuando reúna a los demócratas en Charlotte, Carolina del Norte.
 
 Y como si el impacto del huracán de nombre judío no fuera suficiente, resulta que la mayoría de los medios dedicaron buena parte de su análisis sobre la convención republicana para comentar el discurso del gobernador de New Jersey, Chris Christie, quien tuvo el horario estelar y habló por veinte minutos en los que usó dieciséis para decir lo que él haría si fuera presidente de Estados Unidos y dejó dos minutos para hablar de Romney y otros dos para hablar del partido al que pertenece.
 
 El efecto de los medios de comunicación en la cobertura noticiosa de las convenciones es determinante para propagar ideas, propuestas y el entusiasmo entre los electores, pero desafortunadamente para Romney, esta vez ha tenido que competir con una noticia que ha captado el interés de los televidentes durante las últimas horas, como es el huracán que se desplazó desde los cayos al sur de Florida hasta la parte norte del Golfo de México poniendo nuevamente a prueba el sistema de represas que protege a Nueva Orleans de las inundaciones.
 
 Algunos analistas han dicho que la actitud de Chris Christie es un reflejo de la poca fe que tienen los republicanos en el triunfo de Romney, puesto que usó la convención de este año para lanzar su propia campaña presidencial para las elecciones que se han de realizar dentro de cuatro. Además, se supo que fue la primera opción de Romney para la Vicepresidencia, pero que no quiso aceptar la invitación porque, según comentó con sus amigos y allegados, no veía mucho chance de ganar en esta contienda. Aun así, los republicanos le dieron el lugar estelar para que hablara anoche a los delegados y no se tomaron la molestia de indagar sobre el contenido del discurso, no obstante que es norma general en las convenciones que se mantenga una línea que permita suponer la unidad granítica del partido.
 
 Pero, en fin, a Isaac no le gustó la forma en que Romney buscó el voto judío y le terminó dando la espalda.