En junio de 2008, 53,4% de los irlandeses rechazaron el tratado destinado a mejorar el funcionamiento de la UE ampliada y concederle un mayor papel en el escenario mundial, contra 46,6% que votaron a favor de la ratificación.
Pero los efectos de la crisis económica internacional y las garantías legales dadas por Bruselas a Dublín, son los factores que parecen haber hecho cambiar de opinión a los irlandeses, que según los dos últimos sondeos publicados el pasado fin de semana deberían otorgar ahora una cómoda victoria al «sí» con entre un 55% y un 68% de los votos.
Irlanda, cuya población representa sólo cuatro millones entre los casi 500 millones de europeos, es el único país de la Unión obligada por su Constitución a convocar un referéndum sobre el Tratado, que a su vez debe ser aprobado por los 27 Estados miembros del bloque para poderse aplicar.
Además de Irlanda, sólo Polonia y la República Checa tienen todavía que finalizar el proceso de ratificación.
Sin embargo, no es la primera vez que Irlanda repite un referéndum. En 2001, los irlandeses se pronunciaron ya en contra del Tratado europeo de Niza que hasta hoy sigue teniendo vigencia, antes de aprobarlo un año después.
Lo mismo debería ocurrir ahora con el Tratado de Lisboa, que retoma gran parte del proyecto de Constitución Europea abortado tras los rechazos francés y holandés en 2005.
Antes de convocar esta segunda consulta, el primer ministro irlandés, Brian Cowen, obtuvo las salvaguardias necesarias de sus homólogos de la UE sobre el respeto de la neutralidad militar de Irlanda, su particular sistema fiscal, la prohibición del aborto o el mantenimiento de un comisario en Bruselas, algunos de los temas que alimentaron el «no» en 2008.
A esto se ha sumado la crisis global, que en este periodo golpeó brutalmente al hasta entonces apodado «tigre celta» por el asombroso crecimiento que experimentó en los años 90 tras haber sido el país más pobre de Europa.
Irlanda, víctima del estallido de la burbuja inmobiliaria, fue el primer país de la zona euro en entrar en recesión en 2008, y su economía debería sufrir este año una contracción de por lo menos 7,7%, y de 2,9% en 2010, según datos oficiales. La tasa de desempleo, actualmente del 12,4% -un máximo desde 1995- debería superar también el 15% antes de fin de 2009.
Los defensores del «sí», todos los partidos representados en el parlamento con excepción de la minoritaria formación nacionalista Sinn Fein, argumentan que Irlanda necesita el amparo de la Unión Europea y de su Banco Central (BCE), que inyectó 120.000 millones de euros para evitar el colapso de sus bancos.
«El éxito del referéndum es decisivo para la recuperación. Debemos ratificar el Tratado de Lisboa ante todo porque es bueno para el empleo», declaró Brian Cowen durante la campaña.
El bando del «no», integrado esencialmente por organizaciones civiles, confía por su parte en el voto de castigo al primer ministro del partido Fianna Fail, que sufrió severas derrotas en las elecciones europeas y locales de junio, y bate récords de impopularidad tras los drásticos planes que impuso para luchar contra la crisis.
«Aguanten su ira hasta las próximas elecciones generales», recomendó sin embargo a sus conciudadanos Enda Kenny, líder del principal partido de oposición, el Fine Gael. «En este caso decidimos sobre el futuro del país».