Independientemente de por quién se haya votado, todo buen ciudadano desea que nuestro país salga adelante, que se reduzcan los numerosos problemas sociales, económicos y políticos. Si el barco se hunde todos nos vemos afectados, algunos más, otros menos, pero sin duda alguna el costo de la inestabilidad repercute en la totalidad de los habitantes del país.
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Es prematuro hacer una evaluación formal de los aciertos y desaciertos que en el Organismo Ejecutivo y/o en el Legislativo se han producido a partir del 14 de enero de 2012, cuando se efectuó el cambio de gobierno y entró a regir la administración que preside Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti en el país; y Gudy Rivera en el Legislativo.
Es evidente que en la última semana se han cometido severos desaciertos que quienes asesoran a las tres personas mencionadas debieron sin duda alguna poder haberlos previsto y evitado.
Nadie puede dudar que en los últimos dos gobiernos se ha abusado de la figura de la interpelación, prueba de ello es la realizada al ministro de Finanzas, Pavel Centeno, quien si bien es técnico ocupa un puesto eminentemente político al ser Ministro. Ello no implica que indefinidamente la bancada del Partido Lider lo interpele y no agote el procedimiento sabiendo que no tiene los votos para lograr la remoción, que con su actuar paralice y entorpezca la agenda legislativa, la discusión de las leyes planteadas, incluso, leyes que provienen de la legislatura anterior como la relacionada al Procurador del Consumidor que urge.
Es de presuponer que si el Ministro de Finanzas presentó su renuncia, la misma se realizó con un análisis previo del que tendrían que estar enterados el Presidente y Vicepresidenta de la República. Por consiguiente, la renuncia debió haber sido aceptada y así cumplir con el objetivo político de terminar la interpelación, ello no implicaba que no pudiera el Presidente volver a nombrar, 24 horas después, a Pavel Centeno como Ministro si así era su voluntad política, pero actuar como se ha hecho sólo ha permitido complicar aún más la situación y darle innecesariamente espacios políticos y jurídicos a una bancada que busca el desgaste y el fracaso del actual gobierno.
El Presidente de la República, durante los días que lleva en el cargo, ha afrontado personalmente demasiados temas, uno de ellos con acierto, como es el caso de los narcóticos; asimismo, ha logrado, aunque con un costo que debió haber evitado, lo que llaman actualización tributaria. Ese desgaste debió haberse evitado mediante un adecuado asesoramiento que previera el pro y el contra del procedimiento usado. Lo mismo se le aplica a la vicepresidenta Baldetti, quien tiene que comprender que su permanencia como Secretario General de su partido la coloca en un conflicto de intereses.
En cuanto al Presidente del Congreso, son muchos los aspectos que no ha sabido manejar. Para citar ejemplos, su relación con los cronistas parlamentarios no ha sido buena y por ello ha cosechado varias noticias negativas. Su manejo administrativo y salarial del personal que heredó de la anterior legislatura, ha producido un desgaste que bien pudo haber evitado y su decisión de considerar firme la renuncia del ministro Centeno, aún con el aval de la mayoría de los miembros de la Junta Directiva y/o jefes de bloque, es ilegal.
En conclusión, utilizando la experiencia como oficial de Inteligencia que tantos años fue, el presidente Pérez Molina debe saber que para conservar una buena imagen ante la opinión pública debe consultar, dirigir y medir sus acciones.