Es agobiante y frustrante para muchos ciudadanos que se llegue a un nuevo día de elecciones sin que se hayan discutido seriamente y a profundidad los principales temas del país.
La campaña electoral se ha desarrollado entre las promesas de reducción en los indicadores de inseguridad, la transparencia en los programas sociales, propuestas de diálogo para el tema fiscal, nuevas prestaciones para los trabajadores, millón de viviendas, etc., pero nadie ha tenido la contundencia y claridad de explicar por qué, cómo, con quién y basado en qué, hará la refundación del Estado que necesita Guatemala como único método pendiente para salir del atolladero en que se encuentra el país.
Mientras lo que se plantea siga siendo sobre la continuidad del ejercicio de un poder intrínsecamente corrupto, con beneficiarios directos de los actos de corrupción, tráfico de influencias y operaciones criminales dentro de las estructuras del Estado y sin la certeza de algo tan mínimo como el castigo por la comisión de un delito, Guatemala está condenada a seguir fallando en cualquier intento de invertir en seguridad, salud y educación, por la simple razón de que el diseño actual está hecho para que se beneficien los usurpadores de la administración pública.
Las propuestas llegan a ser tan irrelevantes como que al enfermo de un cáncer que amerite urgente intervención, el médico le diga que le reducirá la acidez; o como que un niño sufriendo los severos embates de la crisis alimentaria, reciba una frazada para no pasar frío. Así de ilógico es que se pretenda vender un exitoso proyecto político cuando no se entiende que lo que necesita Guatemala es la refundación del Estado. Por lo contrario, pareciera que lo que se quiere entre canciones y mercadeo en general, es ponerle el disfraz a mucha basura que mantiene en estado de zombis a los ciudadanos que no despiertan ante la urgencia de actuar en una sociedad que mata, sea a balazos, de hambre o, simplemente, por falta de una medicina.
Los candidatos no lo han entendido. A menos que, ojalá, alguien lo tenga sumamente claro pero para no apartar a los “financistas†haya preferido guardar silencio sobre un tema toral para poder hacer los cambios que el país requiere. Sin embargo, culpar a los políticos por no cumplir con sus promesas, es como acusar al bebé por orinarse. El culpable es el ciudadano que escucha, cree y se emociona sin poner el menor esfuerzo para identificar lo que verdaderamente puede beneficiar y en qué condiciones están de cumplirlo.
El once de septiembre es la oportunidad de ir a emitir el voto si es que se identifican con un candidato que haya entendido el problema. Sin embargo, también habrá quienes no lo hagan porque entienden que no es de ideologías ni de nombres; mientras no se cambie la estructura del Estado, seguiremos fallando.
Minutero:
No basta con desistir;
la Corte se debe inhibir
pues con tanta pudrición
afectan la integración