¡Qué sabroso!


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“La sabiduría se expresa formulando preguntas correctas y no dando respuestas correctas” Gerald Nadler

Cada vez que podemos comemos la comida que más nos gusta y al finalizar decimos “qué sabrosa”. La buena alimentación nos ayuda a crecer balanceadamente en todo sentido. Cuando decimos “qué sabroso”, muchas veces preguntamos ¿Cómo lo hizo? ¿Qué ingredientes usó para preparar una comida tan buena? La persona que la hizo se siente complacida de su obra al ser felicitada y está dispuesta a seguir haciéndola.

Raymond J. Wennier


Cuando vemos los partidos de béisbol de la Serie Mundial y en especial al jugador Pablo Sandoval quien bateó tres cuadrangulares en el primer juego, decimos ¿cómo lo hizo? Hay otro jugador que el año pasado levantaba pronunciadamente la pierna antes de batear la pelota. Este año no lo hizo y su porcentaje de bateo mejoró.

Paremos un momento; cada equipo tiene un entrenador especial para el bateo. Él está constantemente observando a los jugadores en la “mecánica” de ver la pelota venir, posicionar bien los brazos y piernas y el ritmo que usan para  “swing” al bate. ¿Cuántas veces hace comentarios críticos o favorables a los jugadores hasta que lo hacen mejor? El resultado de ese proceso de aprender de sus errores, de practicar muchas horas con su esfuerzo propio que nadie más puede darles, se refleja en los juegos. Conforme hay  más comentarios, hay más escalones  ganados hacia el mejoramiento y la excelencia. ¿Cómo se llama el proceso descrito? Es una retroalimentación. Es alimentar de nuevo sobre las acciones ejecutadas anteriormente y que fueron observadas.

La vida es un constante re-alimentar nuestras acciones. Las empresas del siglo XXI quieren emplear personal que pueda pensar en sus propias actuaciones para ver dónde pueden mejorar en beneficio de la empresa.

Uno de los papeles que juega la prensa, es precisamente la de dar retroalimentación a personas que tienen el ojo del mundo entero sobre sus actuaciones y en muchos casos les dice qué deberían hacer para mejorar el asunto en cuestión. Tomar en cuenta esas opiniones es aprovechar la oportunidad de corregir las acciones durante el proceso y no cuando al final ya está hecha la acción.

Pues, si el mundo en sí  hace uso de una retroalimentación en el quehacer diario, ¿no creen que las mismas oportunidades de corrección durante el aprendizaje han tener los alumnos? Pero, no es así. Los alumnos tienen que “comer” una dieta no balanceada de información y discursos de los maestros. Los alumnos son medidos con exámenes para sacar números y ver si “comieron” bien. Al hecho de examinar se le pone el nombre de retroalimentación. ¿Será que sirve ese tipo de re-alimentar o es demasiado tarde? La suma de una serie de números requeridos por el sistema educativo es llamada una evaluación sumatoria.

Otro tipo de evaluación tiene en la primera parte de su nombre, f o r m. Evaluación formativa. Ésta ayuda a los alumnos a crecer porque el sistema está dando una retroalimentación constante para que los alumnos puedan ver dónde necesitan más práctica o más esfuerzo para aprender de sus errores. Así no fijan errores. La motivación del alumno aumenta cuando está logrando cumplir con los propósitos, objetivos, metas o el “target”; llámelo como quiera, el resultado es el mismo, se siente bien consigo y está dispuesto a seguir adelante con mayores retos en la escuela y eventualmente en el resto de su vida personal y laboral.

Los alumnos lograrán, escalón por escalón, el mejorar su aprendizaje, igual que el cocinero mejora cada vez más su receta o como el jugador de béisbol o de cualquier otro deporte, mejora su rendimiento,  ayuda a su equipo a ganar más juegos y tal vez la Serie Mundial.

El propósito final del proceso educativo es que los alumnos tengan más aprendizaje relevante y el éxito correspondiente. Los ajustes se hacen durante el proceso y no al final con números que significan muy poco en el aprendizaje.

¡Buen provecho!