¿Qué le está pasando a los poderosos?


Edgar-Balsells

La frase no es nueva, es de Moisés Naim, el afamado exministro venezolano de los tiempos de Carlos Andrés Pérez, quien fue sacudido por las reacciones sociales de finales de los ochenta, cuando el pueblo se reveló en contra de las políticas de ajuste impulsadas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Edgar Balsells


Hoy, las cosas han cambiado: don Moisés se las pasa  en círculos académicos de la Alta Gerencia, dando clases y disertaciones sobre gobiernos corporativos y gobernabilidad; Venezuela ha cambiado también y los socialdemócratas de Carlos Andrés ni huelen ni hieden; y el Fondo y el Banco Mundial también se han venido rediseñando.

Resulta ser que, algo está atentando contra los poderes fácticos de antaño, y si no cómo entenderíamos que el tema del genocidio guatemalteco y las resoluciones judiciales últimas han recibido un análisis serio y maduro de la comunidad internacional, léase desde las Naciones Unidas, hasta el Financial Times y la conservadora Revista The Economist.

Así, Naim en sus nuevas investigaciones resalta el caso de: presidentes maniatados, magnates hundidos, Ejércitos impotentes, obispos sin fieles, y el desfile de nuevos actores en el escenario de las decisiones influyentes. Y dice Naim: “el poder ya no es lo que era, se ha vuelto más difícil de usar y más fácil de perder”.

En los diversos países influyentes del mundo, las coaliciones partidarias son un acto forzado, y es mucho más difícil concentrar el poder como se hacía antaño. En los Estados Unidos, el presidente Obama tiene una feroz oposición del Tea Party y los republicanos, pero estos últimos han sufrido reveses electorales inéditos.

Y es que el poder se ha vuelto entonces, dice Naim, más difícil de usar y mucho más fácil de perder. Incluso en el mundo de las organizaciones y negocios eso pasa muchas veces: los otrora poderosos ejecutivos se encuentran ahora más con el escrutinio de las asambleas de accionistas y ante las exigencias del gran público: es así como el ciclo de vida de empresas y productos se acorta cada vez más.

Naim resalta el caso de los altos políticos y ministros, quienes se encuentran hartos y maniatados en sus decisiones, ante el cerco de múltiples partidillos minoritarios, que son vitales para optar a la recomposición de las decisiones en un mundo disperso, en donde la matriz social parece descomponerse y atomizarse.

La competencia entre empresas es más feroz, e incluso entre iglesias y proveedores de la Fe de la gente. Así, dice Naim, el nuevo papa, Francisco, ya sabe que predicadores de nuevo cuño están arrebatándole su rebaño en África y Latinoamérica”.

Y la explicación: las barreras que protegen a los poderosos ya no son tan inexpugnables como antes: “han proliferado los actores capaces de retar con éxito a los poderes tradicionales”.

Y si no miremos el espectro de países que ahora participan en las Naciones Unidas, y estos mismos países, incluso España, están ante la amenaza latente de desintegrarse en minibloques de distintas nacionalidades, idiomas y cultura.

La Primavera Árabe, el juicio por genocidio en Guatemala, las rebeliones en contra de las mineras y las hidroeléctricas, el descontento de los xalapanes, el incendio de la estación de Policía en Barillas son expresiones de diversas manifestaciones de descontento que no se pueden controlar con los medios usuales y tradicionales de antaño.

Dice Naim que ahora la gente está mejor informada, las comunicaciones llegan a todas partes, y la mayor movilidad de la gente hace más difícil controlar el poder, y me imagino yo que ello se debe a que la libre movilidad en contubernio con un clima de democracia formal, vuelve ineficaces a quienes bajo la “teoría del capataz”, quieren aplicar sus fórmulas ya rebasadas de disciplina y orden.