¿Qué importancia tiene la atracción fí­sica?


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Más allá del atractivo fí­sico existe toda una sopa intricada de rasgos y aspectos individuales que una persona descubre en otra y que van mucho más allá de la salud, los antioxidantes, las simetrí­as, las piernas y las caderas.


Atracción. A lo mejor fue un flechazo o el asunto fue poco a poco e inesperado. La persona que le acaban de presentar o la amiga que al principio ni le gustaba y que ahora parece vivir en su cerebro. Realmente, deseamos ambas cosas en el mismo paquete porque tanto la atracción fí­sica como las caracterí­sticas personales juegan un papel importante en todo el asunto aunque no siempre lo consigamos todo; pero, ¿cuál es el origen de la atracción fí­sica y qué importancia tiene?

Por supuesto, estamos lidiando, como siempre, con dos enormes influencias: la biologí­a y la cultura. Cuando biológicamente buscamos el origen del atractivo, no podemos otorgarle la responsabilidad primaria al olor porque no la tiene. Vemos que funciona en otras especies pero no en nosotros y aunque es parte estudiada del proceso, no es la primera en la lista. Entre las primeras tenemos la visión y el aprendizaje.

Leemos que el rojo agrada a los hombres, que las mujeres se sienten cautivadas por fí­sicos similares al del padre y que la atracción facial funciona tanto para los homosexuales como para los heterosexuales hombres, lo único que en extremos opuestos: los gays se sienten atraí­dos por rostros muy masculinos mientras que los hetero prefieren mujeres con caras sumamente femeninas.

Ciertamente, existen personas mucho más atractivas que otras, de hecho, las investigaciones cuentan que a estos individuos se les trata distinto sólo por ser hermosos, algunos resultados indican que las personas bellas tienden a ganar un 10% más en sus salarios que los ciudadanos ordinarios y llegan a conseguir más puestos polí­ticos; no sólo en el modelaje y la actuación.

Ciertos rasgos nos hacen más atractivos hacia los demás y la simetrí­a-asimetrí­a, suele ser uno de ellos. Los investigadores nos cuentan que la simetrí­a bilateral parece ser una caracterí­stica que indica buena salud y su opuesto sugiere que el individuo no supo dominar el estrés o el problema que causó la asimetrí­a, o lo que se llama cientí­ficamente, asimetrí­a fluctuante que causa lo que para nosotros pueden ser «defectos».

Efectivamente, pruebas elaboradas en bebés muestran que ellos también prefieren caras más «atractivas». También se han estudiado la preferencia por las caderas anchas junto a las pruebas que han mostrado alta inteligencia y mejor parto para este tipo de mujer; las piernas también fueron analizadas, indicando que la mujer prefiere a los hombres que tienen las piernas tan largas como sus torsos, o los que tienen las piernas más cortas porque lucen más musculares; de hecho, cientí­ficos en la Universidad de Nuevo México descubrieron que los hombres que eran considerados más atractivos por las mujeres tení­an el más bajo nivel de oxidación y eran mucho más simétricos.

Y no podemos negar que a todos nos embruja una persona atractiva. Por eso se forman los í­dolos y para muchos, el carisma y la personalidad pueden convertir los rasgos de un individuo en la moda de la época y a los demás, aunque digamos que no, nos gustan. Una investigación elaborada en la Universidad de Northwestern investigó qué tan importante es el atractivo para las personas.

«Si una persona me dice, por ejemplo, que no le importa cuán atractivo sea alguien, nuestra investigación sugiere que su afirmación no vale mucho, serí­a mucho más útil si medimos su reacción en una tarea real que involucre dicho caso», explica Eli Finkel, uno de los autores.

El equipo nos dice que en el caso de la atracción, algo curioso ocurre, las preferencias implí­citas de las personas entran en acción y hacen un trabajo mucho mejor en admitir si la atracción fí­sica es muy importante para ellos o no; por lo general, las personas dicen que no importa lo atractivo que sea el otro y, en ciertos casos, la situación sugiere que la mayorí­a de las personas «sueña» con estar con otra mucho más atractiva.

De todas formas, existen numerosos estudios que intentan encontrar el porqué de nuestros rasgos y descubrir los orí­genes más arraigados de nuestra conducta, como precisamente es la atracción.

Pero hay rasgos que no vienen rodando con nosotros con el tiempo. Hay caracterí­sticas que no evolucionaron ni nos acompañan en el ADN con el propósito de ayudarnos en nuestra importante reproducción; hay otros aspectos de la atracción que los aprendemos, que son enseñados por las culturas que cada pedazo geográfico poblado ha desarrollado. Más aún, dentro de estos aprendizajes yace el individuo, con sus propios gustos y especificaciones. De hecho, más allá del atractivo fí­sico existe toda una sopa intricada de rasgos y aspectos individuales que la persona descubre en otra y que van más allá de la salud, los antioxidantes, las simetrí­as y las caderas. Pues, como bien han dicho todos los poetas: ¡¿quién entiende el amor?!

“Si una persona me dice, por ejemplo, que no le importa cuán atractivo sea alguien, nuestra investigación sugiere que su afirmación no vale mucho, serí­a mucho más útil si medimos su reacción en una tarea real que involucre dicho caso.”
Eli Finkel