En días pasados, Álvaro Uribe, expresidente de Colombia, realizó una polémica crítica a los Acuerdos de Paz firmados en Guatemala en 1996. El exmandatario utilizó a nuestro país como un mal ejemplo, sobre lo que un pueblo puede sufrir, en caso concluya su conflicto armado con lo que denominó como “una paz mal hecha”.
Si bien los comentarios de Uribe no se extendieron y no dio mayores explicaciones sobre los mismos, hay que poner en contexto lo dicho e indicar que sus declaraciones se dieron en la última semana de las elecciones colombianas en las cuales su delfín Zuluaga fue finalmente derrotado por el ahora reelecto Juan Manuel Santos y en donde este último amalgamó el voto de los colombianos a querer o no la paz que negocia con las FARC, votando o no por él.
En todo caso, con independencia de lo manifestado y el contexto en que se dijo, cabe en Guatemala preguntarnos si puede haber estado mal hecha la paz. Si nos apegamos a los resultados, 18 años después, el país sigue cayendo en una especie de tobogán sin fin en el que predomina el interés personal muy por encima del interés por el país o el interés colectivo. Si analizamos los intereses de los grupos de poder de hoy, en contraposición a los intereses que hayan podido tener en aquel entonces, la verdad que no me cuesta creer que estos mismos poderes que nos gobiernan hoy, simplemente decidieron en aquel entonces que convenía a sus intereses el firmar una paz que les relanzara y les permitiera perpetuarse en el poder por muchos años más. Yo creo que en los años previos a la firma de la paz el Ejército justificaba su existencia y enorme poder en la existencia de la guerrilla, como de igual manera creo que la guerrilla justificaba su existencia en el enorme poder que amasaba el Ejército y que la guerrilla se encargaba de vender en el extranjero a cuanta persona con complejo de culpa que se le cruzara en el camino.
Entiendo perfectamente que el conflicto armado trajo enorme desolación y muerte a Guatemala, se me dificulta pensar que las palabras paz y error pueden asociarse o siquiera convivir en la misma frase, sin embargo, en este país, en donde la realidad supera con mucho a la ficción quién puede afirmar que no es cierto que en una noche oscura de 1996 alguien no decidió simplemente cambiar su estrategia para perpetuarse. Hoy ya no hay conflicto entre grupos armados organizados, hoy todos nos matamos contra todos, ¿era este el espíritu de la paz? O simplemente algo que empezó mal terminó peor.