¿Por qué nos importa Paul Walker?


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Yo me enteré de la muerte de Paul Walker el lunes pasado, por la mañana, cuando la noticia ya era “vieja” para muchas personas, ya que desde la noche del domingo se habían publicado cientos de fotos y reportajes completos que contaban el reciente incidente en el que falleció el famoso artista de Fast and Furious.

Javier Estrada Tobar
jestrada@lahora.com.gt


Desde entonces, los medios de comunicación y los usuarios de medios sociales –Facebook, Google+, Twitter– no pararon de reportar y reproducir nuevas informaciones del suceso, biografías y homenajes en memoria de Walker, que en cierta medida llegaron a copar la paciencia de quienes no comprendemos por qué se le da tanta importancia a la vida de una persona que muy probablemente no se preocuparía jamás por Guatemala.

Y no es que yo sea insensible ante la muerte. No tengo bronca con Walker, ni con las personas que lo querían y amaban, y que ojalá algún día puedan sobreponerse por la pérdida; solo encuentro “incomprensible” que los guatemaltecos vuelquen toda su atención hacia la muerte de un artista, y dejen de lado los serios problemas que nos rodean, entre ellos los terribles decesos de menores de edad por causa de la desnutrición.

Entendería, sin embargo, que nos concentráramos en la muerte de Brayan Yat Maas, quien no fue famoso y mucho menos millonario, sino una “herramienta” de la propaganda oficialista y luego una víctima mortal de la desnutrición infantil.

No voy a olvidar cuando la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional publicó la foto de Brayan cuando, supuestamente, fue rescatado de la desnutrición por dos funcionarios de este gobierno; se podía observar cómo el menor fue transportado desde su pueblo en un helicóptero y luego trasladado hacia el Hospital Roosevelt.

Sin  embargo, hace unas semanas el niño murió por causa de la desnutrición, y en ese momento no se aparecieron los que antes lo habían utilizado para vanagloriarse como los héroes del combate contra la desnutrición y tampoco se habló de los responsables por su terrible condición nutricional.

Pocas personas se recordaron de Brayan y algunos manifestaron su dolor ante la muerte de un menor, que pudo haber sido evitada si de verdad se pusieran en marcha planes y programas efectivos contra el hambre.

No creo que se deba responsabilizar únicamente al Gobierno por esto; realmente este es un reclamo para la sociedad, a la que le importa más la vida de un artista extranjero, que el sufrimiento de miles de niños y familias que no tienen para comer.

Creo que es necesario tener claro que los problemas de la niñez realmente son un problema de todos y lo peor que podemos hacer es mostrarnos indiferentes ante la miseria, el hambre y la corrupción que los condenará a un futuro precario.

Es momento de recordar las palabras de Nelson Mandela, un líder que no solo se preocupó por su pueblo, sino por toda la humanidad, y sus aportes en la lucha por una sociedad libre y justa hicieron la diferencia.

«Nunca permitan que las futuras generaciones digan que la indiferencia, el cinismo o el egoísmo no nos permitieron alcanzar los ideales del humanismo que encapsula el Premio Nobel de la Paz», dijo Mandela, una persona a la que sí vale la pena recordar e imitar.