¿Por qué los maestros logran resultados?


Oscar-Marroquin-2013

Si nos ponemos a pensar en la gran cantidad de asuntos que se encuentran pendientes en la agenda nacional y que se quedan sin que nadie les ponga la menor atención durante años y hasta por décadas enteras, no deja de llamar la atención la forma sumisa en que nuestra clase política reaccionó a una masiva manifestación del magisterio nacional para obligar al Congreso a aprobar una ampliación presupuestaria de más de mil quinientos millones de quetzales que tiene la finalidad, única y exclusivamente, de proporcionar las partidas necesarias para honrar el compromiso que se hizo en un pacto colectivo para mejorar las condiciones salariales de los educadores del país.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


En este caso no fue necesario sobornar a los diputados para que se pusieran firmes, como pasó hace poco más de un año con la reforma a la Ley de Telecomunicaciones que les regaló, literalmente, las frecuencias a sus actuales usuarios. Una simple marcha desde El Obelisco al Palacio Legislativo, ordenada y sin exabruptos, pero abrumadoramente masiva, facilitó el rarísimo acuerdo entre los jefes de bloque que, a diferencia de lo que pasa en todas sus otras reuniones, no tuvieron tiempo ni para lanzarse chinitas ni para querer llevar agua a sus propios molinos, porque la presencia de decenas de miles de maestros en las calles hizo el mismo efecto que hace sesenta años causaban los dos avioncitos de la CIA que sobrevolaban el territorio de Guatemala y a los que el humor chapín bautizó como “Sulfatos”.
 
 El asunto a destacar es que el magisterio tiene organización, cuenta con un liderazgo con poder de convocatoria y claridad en sus objetivos, que para el caso presente era la reivindicación de un acuerdo salarial que estaba por quedarse en el aire a falta de asignación presupuestaria para hacer el pago. Hay otros sectores que tienen también organización, liderazgo y claridad de objetivos, pero por no ser masivos o por tener otras puertas de acceso, recurren a procedimientos menos públicos para lograr sus objetivos y mediante cabildeos, que en Guatemala tienen otros calificativos porque implican arreglos pagados bajo la mesa, también pueden sacudir a la clase política y obligarlos a actuar a pesar de su eterna resistencia a cumplir con sus deberes.
 
 En cambio, ese pueblo al que los diputados supuestamente representan, no tiene ni liderazgo, ni organización, ni claridad de objetivos y por eso lo ven como chenca de puro y nunca es tomado en cuenta. Sus necesidades, mismas que debieran ser el motivo de los desvelos de cualquier político porque supuestamente su misión es atenderlas, son hoy las mismas de hace un siglo porque no existe ni existirá un esfuerzo por trabajar en beneficio del país.
 
 Un aumento salarial es motor suficiente para movilizar a decenas de miles de personas, pero yo pienso que si tuviéramos conciencia de lo que somos como país y de lo que nos hace falta, la corrupción y la impunidad insolente de los corruptos debiera ser un motor de mucho mayor caballaje para provocar no a miles sino a cientos de miles de ciudadanos para rodear al Congreso, a la Contraloría de Cuentas, al Ministerio Público y a las Cortes, para obligar a que se termine el saqueo del país.
 
 Como decía Calderón de la Barca: “La vida es sueño, y los sueños, sueños son”.