Los investigadores intentaban hoy entender de qué forma los talibanes pudieron acercarse ayer a menos de 500 metros del presidente afgano, Hamid Karzai, en pleno desfile militar de la fiesta nacional, y lanzar un audaz ataque que causó tres muertos en Kabul.
La insurrección de los fundamentalistas musulmanes se intensificó considerablemente en los dos últimos años a pesar de la presencia de unos 70 mil soldados de las fuerzas internacionales.
Este ataque confirma la ofensiva, en momentos en que tanto Washington como la OTAN intentan minimizar esa realidad.
Desde hace un año la capital afgana, hasta entonces al margen de la violencia, es escenario de ataques y atentados suicidas cada vez más audaces.
Los propios talibanes no dejaron de subrayar su poderío al reivindicar el ataque cuando la humareda de la explosión de las granadas aún se estaba disolviendo junto a la tarima en que se encontraban el presidente y sus invitados afganos y extranjeros para asistir a la gran parada militar anual.
«No apuntábamos a nadie en particular, tan sólo queríamos mostrar al mundo que podemos atacar donde queremos», declaró su portavoz, Zabihulah Mujahed.
General Abdul Rahim Wardak
ministro de Defensa