Los avances científicos han sido abrumadores en las últimas décadas y parte de lo más notable ha sido la asistencia a familias infértiles o con problemas de fertilidad para que puedan gozar de la bendición de los hijos. La fertilidad asistida constituye un paso de especial importancia para miles de parejas que no han podido concebir por medios naturales y que gracias a la dedicación y el estudio de muchos científicos han logrado enriquecer su familia con descendencia.
Esa fertilidad asistida dio lugar a la existencia en el mundo de miles de embriones humanos que han sido congelados y que seguramente no llegarán a convertirse en fetos o posteriormente en niños y constituyen un caudal invaluable dentro de otro rubro de los avances de la ciencia, puesto que gracias a ellos se sabe ahora que pueden curarse muchas enfermedades que son flagelo para la humanidad. Sin embargo, por razones religiosas e ideológicas, el Gobierno de los Estados Unidos bajo la administración de George Bush, prohibió el uso de fondos públicos para financiar la necesaria línea que permitiría profundizar en esos adelantos, lo que le valió serias críticas aun de personalidades del mundo conservador como los deudos de Ronald Reagan, víctima de Alzheimer que es una de las dolencias que pueden curarse con el uso de las llamadas células embrionarias.
El candidato Barack Obama logró vencer a pesar de la oposición abierta de los obispos católicos de Estados Unidos a su nunca oculta posición a favor del uso de las células embrionarias para investigación científica que permita curar muchas enfermedades. Y hoy, de conformidad con su prédica de campaña, ha levantado la prohibición que había para financiar con fondos públicos la investigación sobre las células embrionarias y su impacto en el tratamiento de varias enfermedades, lo que ha sido recibido con mucha satisfacción por la comunidad científica mundial por las implicaciones y consecuencias que la medida puede tener.
Se trata de utilizar embriones congelados (los fetos y menos aún los niños, no se pueden congelar y preservar de la misma manera) para aprovechar sus células en la curación de enfermedades que hasta hoy no tienen cura. Embriones cuyo destino no es germinar convirtiéndose en fetos o bebés sino seguramente «desechados» al transcurrir determinada cantidad de tiempo. Es, por supuesto, un tema polémico y que demanda debate, pero en el que el fanatismo religioso impide una discusión sensata y racional para abordarlo con visión verdaderamente bioética, partiendo del punto de que para los grupos más conservadores, la cuestión ni siquiera está sujeta a debate.