Tenemos que estar agradecidos con nuestros futbolistas, dirigentes del deporte y todos aquellos que han convertido el deporte en un motivo más de penas y malos manejos, pese de la millonaria inversión que se hace en detrimento de la educación y salud de los guatemaltecos. El hecho de que nunca hayamos clasificado a un mundial porque jamás hemos trabajado las bases, nos permite poder ser verdaderos fanáticos de las mejores selecciones del mundo como Brasil, España, Alemania, Argentina o la que usted decida.
¿Será que los hondureños o los ticos se pueden dar ese lujo? No. Seguramente van por sus equipos a pesar de ser lógico que las probabilidades de triunfo son mínimas. Somos los dichosos de la región porque nuestros favoritos siempre terminan jugando en las finales.
Empezamos un mes en el que “importamos” una distracción que bien les cae a los ciudadanos que entre la corrupción, violencia, pobreza, impunidad, etc., encuentran motivo para voltear a ver a otro lado y discutir sobre temas distintos a las campañas adelantadas, a si es correcto o no ejecutar presos, a hablar del drama diario de las extorsiones, etc.
Poco importa que para ello tengamos que caer a hacerle el juego a uno de los entes más corruptos a nivel mundial, como lo es la Federación Internacional de Futbol Asociado (FIFA), cuyos dirigentes utilizan la pasión alrededor de un deporte para hacer la manipulación de miles de millones de dólares que sabrá Dios en qué bolsillos paran.
A pesar de todo, el fútbol despierta pasiones y el ciudadano chapín no tiene otras opciones para una entretención sana aun cuando hay que mantener bien abiertos los ojos para que entre la atención a los partidos y las celebraciones, no nos metan algún sorpresivo gol.
El mundial de Brasil es uno que debe quedar grabado en la historia porque ha sido firme el reclamo de ciudadanos a los que se les quiere dar un circo muy caro mientras no tienen que comer o cómo curar las enfermedades de sus hijos; en lugar de 8 sedes hicieron 12, muchas que luego no servirán para nada. Algo así como en Guatemala pasa cuando los gobernantes y políticos se dan lujos de realeza en un país en que cuesta sobrevivir.
Pero hoy, además de celebrar la fiesta, debemos meditar por qué Guatemala tiene “maras” en lugar de barras y por qué nos resistimos a invertir en la gente, en especial en los más jóvenes, para que se eduquen, se alimenten, sean sanos y puedan poner en práctica sus talentos humanísticos, científicos o deportivos. Tenemos mucho que meditar a lo largo de esta fiesta mundial.
Minutero:
Carlos Marx se equivocó;
el fut es el opio del pueblo
que adormece las conciencias
y disimula las carencias