La época con sus vientos fríos, con sus muchas veces tímido sol cubierto por nubes que corren de norte a sur, presurosas quién sabe a dónde. La época en la que los comerciantes se regocijan; han conquistado la necesidad y la sed de obsequiar y por ello los centros comerciales están inundados. Estamos en la época de Natividad en la que más de un tercio de la población mundial festeja el nacimiento de un Dios que a pesar de sus casi dos mil años de vigencia no parecen entender y comprender del todo, solo así me explico el porqué de tanta injusticia, tanta explotación de unos pocos hacia unas grandes mayorías sumidas en carencias elementales. Así se pinta la época en la que estamos sumergidos en estos días.
Mirando un poco hacia mi interior, hoy como casi nunca, abriendo mi corazón al apreciable lector, para compartir también un tanto el vacío que me inunda. Como todo año, quiero comentar, este dejó huellas en mí. Como todo año aprendí cosas nuevas que para mi dicha me di cuenta que no conocía. Como todo año conocí y me relacioné con otras personas a las que he llegado a apreciar y a otras, como es razonable, me he preferido distanciar. Pero a diferencia de otros años, de todos mis cuarenta y nueve años anteriores, este año Mamá murió. Mi único enlace viviente con mis raíces, con las entrañas de donde provengo dejó de existir.
El deceso ocurrió en junio, hace ya más de seis meses. No pude escribir nada al respecto en el momento que sucedía pues por cuestiones laborales me había auto-alejado de este importante espacio al que no volví sino hacia finales de julio. Aquí en La Hora no solo he sido bien recibido sino me puedo preciar de gozar de la amistad del personal y propietarios del medio, particularmente de Oscar Clemente Marroquín a quien envío un afectuoso saludo por su cumpleaños. Felicitaciones.
Como antes indiqué Mamá, por razones de salud desde su infancia y por haberme procreado como el último de sus hijos y mi hermano, que me antecedía falleció también el año anterior y con quien nos llevábamos diez años de diferencia, no me permitieron estrechar las redes filiales en torno a la familia ?mis primos ya eran personas «mayores» cuando yo apenas era un niño y francamente me chocaba que los hijos de ellos, también niños, me llamaran tío?, así las cosas, fui creciendo casi sin contactos y lazos familiares.
La noche del domingo pasado, fue Nochebuena, se pronunció ese vacío que Mamá ha dejado. Para mi fortuna pude hacer por ella en sus últimos meses, años quizás, de vida, lo que humanamente se puede hacer por un ser querido para atenuarles sus achaques y dolencias. En esta como en otras fechas del año se acentúa mi dolor que hoy, apelando un tanto al ego he compartido, repito, con el apreciable lector. Gracias por su tiempo y dedicación.